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La llegada de don Quijote y Sancho a tierras de los Duques introduce a nuestros personajes en un mundo completamente diferente a lo que habían vivido hasta ese momento. Cervantes ha preparado sutilmente este encuentro desde el inicio de la segunda parte para que cobre un significado central en el argumento.
En primer lugar, ambos protagonistas han tenido conocimiento de que son personajes de un libro que cuenta sus andanzas, pero no lo han leído. Sansón Carrasco sí lo había hecho y lo usa tanto para divertirse como para conseguir la vuelta a casa tras la nueva salida: los Duques también e inmediatamente identifican a ambos con el libro. Pero los Duques -como cada uno de los lectores- tienen su propia imagen de don Quijote y Sancho y quieren que ambos se ajusten a ella, incluso con cierta crueldad porque sólo buscan entretener su tiempo de ocio. Sin embargo, desconocen su evolución posterior a lo narrado en la Primera parte. Se percibe en la narración esta tensión: por una parte, lo que los Duques quieren de don Quijote y Sancho; por otra, lo que ellos son a estas alturas de la novela. Incluidos, por supuesto, los motivos del encantamiento de Dulcinea y la cueva de Montesinos.
En segundo lugar, cuando se encuentran con los Duques han ocurrido determinadas cosas que influyen en ella. Está claro que el engaño de Sancho a su amo convirtiendo a Dulcinea en una labradora y la venganza de éste con la cueva de Montesinos serán usados por los Duques. Pero todo ello es la manifestación de un nuevo juego establecido entre los protagonistas, que desarrolla la esencia de su relación como pareja hasta adquirir carácter de tema central ahora. Como hemos visto, Sancho ha crecido como personaje y a don Quijote cada vez le resulta más difícil vencerlo tanto en el diálogo como en la fantasía. De hecho, el encuentro con los Duques viene justo después de que Sancho quisiera abandonar a su amo. Como sabemos, don Quijote hubo de recurrir al chantaje emocional para frenarlo. Pero tras la aventura del barco encantado, Sancho vuelve a cuestionarse la aventura común:
ASAZ melancólicos y de mal talante llegaron a sus animales caballero y escudero, especialmente Sancho, a quien llegaba al alma llegar al caudal del dinero, pareciéndole que todo lo que dél se quitaba era quitárselo a él de las niñas de sus ojos. Finalmente, sin hablarse palabra, se pusieron a caballo y se apartaron del famoso río, don Quijote sepultado en los pensamientos de sus amores, y Sancho en los de su acrecentamiento, que por entonces le parecía que estaba bien lejos de tenerle; porque, maguer era tonto, bien se le alcanzaba que las acciones de su amo, todas o las más, eran disparates, y buscaba ocasión de que, sin entrar en cuentas ni en despedimientos con su señor, un día se desgarrase y se fuese a su casa. Pero la fortuna ordenó las cosas muy al revés de lo que él temía.
Justo en ese momento aparecen los Duques, que reciben a don Quijote como si fuera un verdadero caballero andante y lo acogen en su Corte. La realidad parece confirmar todo lo que don Quijote se propuso y Sancho se comporta, a su manera, como un escudero ejemplar:
-Por cierto, buen escudero -respondió la señora-, vos habéis dado la embajada vuestra con todas aquellas circunstancias que las tales embajadas piden.
Como veremos, la larga estancia con los Duques reordena toda la relación entre amo y escudero: se subraya ya en este capítulo, cuando la Duquesa pide a Sancho que la acompañe y éste se pone a la misma altura que su amo. Se cumplirán todos los sueños pero ocurrirá algo excepcional: a pesar de todo -a pesar incluso de que todo lo que ocurra sea una broma de los Duques-, la relación de don Quijote y Sancho ha accedido a un nivel superior y no necesitarán ningún contrato ni ninguna promesa cumplida para mantenerse.
Todo esto se ha preparado en los capítulos anteriores. Así que, cuando aparece la Duquesa como Diana cazadora, se replantea de nuevo la historia, como si se tratara de un nuevo comienzo. Para dar la razón a lo que los Duques esperan de los personajes que conocen por la lectura de la primera parte, Sancho tropieza y su caída provoca también la de don Quijote. Los Duques han leído el Quijote como una novela de humor, al igual que la mayor parte de sus contemporáneos. Cervantes lo sabía: no niega el humor ni la risa, por supuesto. Pero al hacer caer a amo y escudero de forma tan vergonzosa y risible sorprende al lector de la segunda parte, que había percibido el cambio. Ni siquiera sirve que lo preparara con el final de la historia de la barca encantada. Con todo ello, Cervantes subraya una de las maravillas de la novela: sin negar su condición de libro humorístico, profundiza en otras posibles lecturas de una manera más evidente, por si no hubiera quedado suficientemente claro en la primera parte.
Continuemos junto a lo duques el próximo jueves, en el comentario del capítulo XXXI.