• Asignatura: Castellano
  • Autor: Anónimo
  • hace 3 años

NECESITO VARIAS OPINIONES DIFERENTES SOBRE ESTE TEXTO. Solía contar el director de cine José Luis Cuerda que la casa familiar de Madrid se la
ganó su padre en una partida de póquer. Al escuchar una historia feliz en la que interviene
un golpe de azar solemos experimentar un placer delegado y atribuimos al ganador la
inteligencia del pícaro. Además, el cine, que todo lo mejora, ha aportado un misterio, un
glamour, una emoción al juego del que al menos hoy carece. Yo recuerdo una noche en
Atlantic City, paseando por aquellos descomunales casinos enmoquetados, carentes de
ventanas donde, enmudecidos, los jugadores, vestidos con descuido, desparramados por el
sobrepeso, se concentraban delante de la pantalla de una tragaperras o de una mesa de
juego. Si entendemos que la tentación contiene connotaciones hedonistas, allí se habían
esfumado porque solo había una soledad que desesperaba y vaciaba el alma de los
jugadores.
Hoy comienzan a tener voz en la prensa las familias de los poseídos por el juego. La
heroína del siglo XXI, la han llamado. Tiene algunos parecidos con aquella plaga de los
ochenta: arruina emocional y económicamente a los enganchados y a sus familias, que no
saben cómo auxiliarlos. Pero este específico fenómeno social es perverso en cuanto a que
ha proliferado a la vista de todos, con el consentimiento de las autoridades. En la última
década los locales de juego crecieron sin control y se ubicaron astutamente en los barrios
más desfavorecidos y cerca de los institutos, dejando abierta la posibilidad de echar el lazo
a jóvenes. Abandonamos a las familias, asistimos a su desesperación, mientras vemos que
en los intermedios hay un anuncio tras otro dedicado a las casas de apuestas y que incluso
hay personajes públicos que cobran un dineral por publicitar esta droga.
El signo de los tiempos, que tiende masivamente a un ultraliberalismo carente de
piedad, defiende la libertad de acción. En realidad, una hipócrita manera de desatender a
los excluidos. Como decía el neurocientífico Juan Lerma, “si eres un adicto a la nicotina y
yo te ofrezco un cigarro, tú tienes la libertad de aceptarlo o no, pero si probamos 100
veces, la libertad no existe, porque lo vas a aceptar en el 90% de las ocasiones”. Se respira
hoy un discurso tan radical en contra de la intervención del Estado como limitador de la
codicia empresarial que estamos obligados a estar alerta. Pueden tacharnos de represores o
puritanos. Es la consabida coartada del privilegiado para seguir siéndolo a costa del débil.

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Respuesta dada por: alexapg578
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