Nos quedamos sin tema de conversación
Que el Mundial sea una formidable distracción, una ocasión para vibrar juntos por los éxitos de algunos, una versión light del nacionalismo, una explicación de libro de texto sobre el antirracismo, nadie, ni siquiera los peores detractores de este acontecimiento pueden negarlo, después de lo que hemos visto durante estas últimas semanas. Pero, en mi opinión, allí no está lo esencial: que el Mundial sea un espectáculo es un hecho accesorio, porque en realidad y esto hay que tomarlo muy en serio, el Mundial es un extraordinario tema de conversación.
Entre amigos o compañeros de trabajo, entre un chofer de taxi y su cliente, entre desconocidos de todas las clases sociales, en la contingencia de una calle, he aquí que, finalmente, tenemos algo para contarnos y desaparecen esos pesados silencios que en Inglaterra se amueblan hablando del tiempo y en Francia echando pestes. Al evocar el partido, no hablamos solamente de él, sino que a partir del fútbol aparecen temas bien diferentes, Porque cada partido cuenta una historia, con su teatralidad, sus metas no logradas, sus elegancias, sus ocasiones para los comentarios, juicios, digresiones y, al igual que en una batalla, adquieren distinta jerarquía “los que estuvieron allí “, "los que lo vieron", y "los que se lo perdieron". Una vez que la discusión se plantea, todo es posible entre los nuevos cómplices, no existe ningún tema tabú, todas las aventuras son posibles.
Este fenómeno no es únicamente francés. No concierne nada más que a los pueblos cuyos equipos se clasificaron para este torneo. Es verdaderamente planetario. Y único. Ni la política, ni la música, ni el cine, ni las misceláneas, ni siquiera el tiempo provee de un tema de conversación tan universal, sobre el cual todos pueden tener un punto de vista que tenga el mismo valor, sea cual fuere su rango en la sociedad, un punto de vista solicitado, escuchado, discutido, con una suerte de libertad, igualdad y fraternidad que ningún otro tema permite. Como en un instante de gracia, fuera de las jerarquías y de las apuestas, donde nadie arriesga su vida, donde nadie está solo ya. Donde, finalmente, tenemos algo para compartir con los otros: el Mundial funciona como una suerte de Mayo del '68 de fin de siglo.
Y es esto Io que más se extrañará, al día siguiente, después de la final. Saldremos de allí como heridos graves, no porque el espectáculo finalice, sino porque nos veremos privados del tema, constreñidos a guardar silencio, nos faltará la palabra. Retorno a la soledad, fin de la ciudad planetaria. Estaremos, de nuevo, alejados de los otros, a quienes, de nuevo, no tendremos nada para decirles. Solamente podremos hablar del Mundial que ha pasado y prepararnos para el siguiente.
¿Será el Mundial el último lugar de encuentro para autistas yuxtapuestos? ¿Acaso los hombres se reúnen de miles en miles sólo para hablar de un juego de torpes jugadores pero jamás lo harían para decidir sobre sus vidas? ¿Existirá alguien que sabrá inventar otros temas de conversación tan democráticos, tan alegres, tan unificadores? ¿Quién sabrá satisfacer esta formidable necesidad de estar juntos, de hacer juntos, de reír juntos, de contarnos cosas? Buen desafío para los príncipes y los bufones. Para los príncipes bufones.
JACQUES ATTALI
PERFIL, DOMINGO 12 DE JULIO OE 1998.
2) Explicar cuál es la tesis del
3) Explicar cuál es la tesis contraria. ¿La niega totalmente?
4) Cita dos argumentos empleados por el autor para defender su tesis.
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