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LA DIMENSIÓN DEL PECADO
Existe una impresión –creo que generalizada- que el concepto de pecado está referenciado exclusivamente a la Fe católica, y no es exactamente así. Si bien la primera acepción del RAE define al pecado como “Transgresión voluntaria de preceptos religiosos”, la segunda se apartan de lo religiosos y nos llevan al terreno generalista definiendo pecado como “Cosa que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido”.
Por lo tanto bajo el concepto de pecado podemos definir tres dimensiones: la eclesiástica, la personal, y la social. Considerando que la eclesiástica está reservada al sacramento de la confesión, algo que si bien pasa por el plano personal solo afectaría a los católicos, las otras dos dimensiones afectan incluso a los ateos de corazón. Por ello podemos afirmar que la dimensión personal y social parte del individuo pecador y llega a todo el universo poblacional, haciendo que el pecado en estas dimensiones se asimile al concepto pagano de culpabilidad.
Si repasamos los pecados capitales, veremos que en la medida en que caigamos en ellos, habremos implicado a terceras personas (no siempre inocentes) y por lo tanto al caer en la tentación de cometer pecado vamos más allá de nuestra propia persona, afectando al tejido social. Sabido es la difícil tarea de no agraviar con nuestras conductas a los hermanos (aquí la mejor definición de “semejantes” es el termino que emplea el catecismo); ya lo dijo Jesucristo a los fariseos: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, y por el solo hecho de haber nacido, todos debemos reconocernos pecadores producto de la debilidad que impera en nuestra voluntad.
Por todo ello considero que la practica de la religión como forma de vida refuerza la idea de que quienes persiguen alejarse del pecado habrán contribuido a mejora la dimensión personal de su conducta y con ello, contribuir a enriquecer la dimensión social. Más allá de cualquier otra consideración, la práctica en la Fe religiosa es una ayuda poderosa para poder desarrollar una vida más libre y llevadera. Nada se pierde, mucho se gana, el problema está en nosotros mismos, por eso necesitamos ayuda, y ahí radica la gran cuestión ¿estamos dispuestos a que nos ayude Dios?