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El Cipitío es un duende náhuatl que nunca dejará de ser niño. Su madre, la Siguanaba, lo abandonó en el recodo de un río cuando el dios Tlaloc la condenó por trasnochadora y viciosa a vagar para siempre por los montes.
Cipitín, también conocido como Cipitío, o Cipitillo, es una leyenda de las más famosas de El Salvador, pero las leyendas iberoamericanas tienen conexiones entre sí.
Su madre, la Siguanaba, fue una mujer bella que tuvo una relación con el dios Sol, de la cual nació Cipitín. Ella, sin embargo, le fue infiel al dios Sol con el dios Lucero de la Mañana, por ello, el primer dios la condenó a ser una mujer errante, y a su hijo, a no crecer jamás y a conservase como un niño para siempre.
Cipitín, se caracteriza por ser pequeño y barrigón. Usa un enorme sombrero de heno y cuentan que tiene los pies al revés. Es un personaje inofensivo que no hace daño, pero sí molesta con sus burlas y bromas. Acostumbra fastidiar a las mujeres jóvenes y hermosas lanzándoles piedras, sacudiendo árboles para que caigan las flores y merodeando por los ríos.
¿Por qué huye Cipitín?
La leyenda de Cipitín es muy conocida entre los iberoamericanos, se ha ido contando de generación en generación, agregándole más detalles cada vez. Sin embargo, no está claro por qué Cipitín huye. Cuentan que él huye porque le tiene miedo a la Siguanaba, su madre. La oye reír y correr por las quebradas creando ondas, y él huye de allí.
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