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La realidad muestra una situación de transformación, tanto en el plano teórico como en el práctico, desde todos los aspectos de la sociedad y nos sumerge en un criterio ambiguo difuminado entre las vanidades y la espontaneidad del individuo que irrumpe en las artes para exhibir sus habilidades o su punto de vista. Así se justifican ciertos críticos cuando hablan de nuestro tiempo: (Sr. Miki Lopez: “Parece que todo vale con tal de impactar o conectar con el público. Frecuentemente el artista abandona toda reflexión intelectual en favor de la originalidad y la creatividad. La pintura actual no escapa a esta situación. La distinción entre abstracción y objetividad es ya algo anacrónico. Todo vale, desde la pintura estrictamente conceptual y radical, hasta la “pintura por la pintura” más elemental y las configuraciones eclécticas. No ha cristalizado ninguna tentativa innovadora y de momento este tradicional medio artístico parece que está agotado y es algo que raya con lo absurdo.”).
Considero que el arte es arte siempre. Nosotros debemos de apostar por el arte y considerar que todo es arte, hasta lo que no parece. Otra cosa es que guste; posiblemente no gustará lo que se está haciendo, pero sigue siendo arte. El artista no sólo expresa sus sentimientos, tiene que seducir y persuadir al observador que lo que se expone, es fascinante, es una obra que merezca ser examinada atentamente; cautivar el ánimo del que presencia su creación y atraer la atención para generar estímulos que inciten o produzca una reacción cuando se mira su obra. Creo que las nuevas tendencias del siglo XXI dirigen su camino con este fin.
Desde que apareció el Hard-Edge Painting (pintura de borde duro) que se caracteriza por el rechazo de todo ilusionismo y por el empleo de colores puros y de formas rigurosamente geométricas, influenciado por el Ready-made del Dadá; la pintura ha tendido una veladura sobre los criterios a exponer.( “Parece que el objeto manufacturado se presenta como obra artística para redescubrir la auténtica atribución de un nuevo valor de objetos descontextualizados” ): el color y la forma se ahoga entre texturas e intenciones intuitivas. El artista expresa por expresar y el observador que mira este arte se comporta como espectador de un espectáculo que sólo quiere atraer la atención y causar escándalo o gran extrañeza.
El arte es el lenguaje universal del hombre; el hombre se expresa como quiere; el arte es libre por naturaleza; por lo tanto, todo es arte. El futuro demostrará que esta época de transición será un generador de grandes obras; pero el presente nos esclaviza dentro de una niebla espesa que no nos deja ver nuestro entorno artístico claramente. Existe tanto de todo que todo se esparce sin una dirección concreta. Las Transvarguardias italianas y alemanas, como el Vidimus-art o el Neoexpresionismo español, el Onirismo-art, el Abstracto romántico, el Neomitoismo “Myth art” o el “Bad Art“ y “Thrift Shops Arts” son consecuencia de una sociedad expuesta a los medios de comunicación y del consumo. La herencia artística del siglo XX discute sobre las posibilidades del nuevo siglo XXI.. Disponemos de un excedente de obras de arte y sufrimos un déficit de museos y galerías que ubiquen dichas exposiciones. Son muchos los artistas que intentan implantar un nuevo estilo, pero no les permiten entrar en los circuitos oficiales que están reservados para unos pocos; se hacen grandes exposiciones colectivas de nuevos pintores en las ferias de ciudades cosmopolitas, pero no permiten que el ciudadano sea el juez que determine el rumbo del arte. (“Pero el arte es caro y la demanda mucha, de manera que frecuentemente en estos nuevos espacios de arte y cultura es difícil encontrar ofertas de interés y suficiente nivel.“). Literalmente, la viña está dispuesta para cosechar, pero no disponemos de recolectores suficiente para recoger. Parece que la comunidad artística sufre el síndrome de Elpenor o el de Ganser.