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1. Células procariotas
Son las células más sencillas, pues como hemos dicho, no tienen un núcleo bien definido. Esto limita su complejidad, por lo que no pueden organizarse para dar lugar a organismos pluricelulares. Es decir, las células procariotas siempre van por libre. Son organismos unicelulares.
Pero esta misma simplicidad es lo que les permitió colonizar la Tierra cuando las condiciones ambientales que había en ella eran absolutamente inhóspitas para los seres vivos más complejos que habitamos actualmente la Tierra. Por lo tanto, las células procariotas son los precursores de la vida. Todos (incluidos nosotros) venimos de estas células primitivas.
Esta sencillez también les ha permitido tener metabolismos mucho más diversos que las células más evolucionadas, pues tuvieron que adaptarse a condiciones de falta de oxígeno, de nutrientes, de luz, etc. De todos modos, estas células procariotas se clasifican, a su vez, en dos tipos: arqueas y bacterias.
2. Células eucariotas
Apareciendo hace unos 1.800 millones de años a partir de las procariotas, las células eucariotas son las células más complejas. Disponen de un núcleo bien definido donde se “almacena” el material genético y en su citoplasma hay estructuras más elaboradas, cosa que permitió la aparición de organismos pluricelulares.
El origen de las células eucariotas no está del todo claro, aunque se cree que pudieron aparecer por una simbiosis entre una bacteria y una arquea, es decir, se “juntaron” y una de ellas dio lugar al núcleo delimitado propio de las eucariotas.
Todos los seres vivos que podemos ver a simple vista están formados por células eucariotas. Y es que si bien algunas eucariotas son unicelulares, todos los pluricelulares están formados por este tipo de células. Animales, plantas, hongos… Todo lo que está vivo y podemos ver sin necesidad de un microscopio, está formado por células eucariotas.
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