Respuestas
Respuesta:
La relación de las personas con la creencia de un ser supremo,
de un dios, de varios dioses, es tan antigua y tan presente como
pocos temas en la historia de la humanidad. Y también como pocos, ha influido e influye –lo hace cada día– en la forma de autoidentificación de cada persona, y de su relación consigo misma
y con las demás personas, con todas aquellas que representan la
otredad, con quienes se comparte o se difiere en la concepción y
relación con él, con lo “totalmente otro”.
Durante mucho tiempo, se ha dicho una máxima, que comparte la mayoría de las religiones en el mundo: “No hagas a los
demás lo que no quieres que te hagan a ti”. Esta expresión supone que las religiones reconocen y valoran de manera importante no sólo la relación de la divinidad con las personas, sino
de éstas entre sí. No quieres para nadie lo que no querrías para
ti. Supone la percepción de igualdad, pues el otro merece lo
mismo que yo. Supone la certeza de la dignidad, pues de fondo
propone respeto, cuidado, valoración, protección, aquello que
yo querría y necesito para vivir en dignidad. Si este ideal central
se ha compartido a lo largo de la historia y en el desarrollo de
las religiones, ¿por qué éstas han sido motivo o justificación de
conflictos, divisiones, guerra, despojo, desconfianza, restricción
de derechos y de libertades, sojuzgamiento y negación del diferente, del otro?, ¿porqué nuestras creencias y relaciones con lo
otro no son suficientes para el respeto de la otredad humana?
Estas preguntas son sólo algunas de las que se desarrollan a
muchas voces –pues no puede ser de otra manera– en este texto
de Karen Castillo Mayagoitia, quien busca las percepciones diversas y similares desde distintas religiones sobre cuatro puntos
centrales para la no discriminación: la igualdad, el respeto, la igualdad.
Explicación: