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Por: NULLVALUE
15 de julio de 2004Transcurridas nueve horas de vuelo desde Bogotá hasta Santiago de Chile se aborda un gigantesco bus de dos pisos, aire acondicionado, cochecama, refrigerio y demás servicios. Luego de seis horas de viaje por una autopista de cuatro carriles hacia el norte, bordeando la costa pacífica, quedamos en el puerto de Coquimbo, de activo movimiento de exportación de minerales y pescado y distante 30 minutos de La Serena, fundada en 1.544.
En sus construcciones arquitectónicas de estilo colonial español e inglés, se divierten ocupantes de grandes cruceros turísticos comprando figuras, joyas y vajillas labradas sobre roca combarbalita, onix y lapislázuli, exclusivo regalo de la naturaleza que solo se encuentra en Chile y Pakistán.
Partiendo de La Serena se pasa por Vicuña, ciudad incrustada en montañas y lomas cuya vida vegetal débil por la excesiva aridez solo está conformada por cactus, tunas y pequeños arbustos que penetran sus raíces en medio de terrenos cubiertos de arena moldeados por los vientos fríos impulsados por la corriente de Humboldt. Por el cañón del río Cochihuaz se asciende a las estribaciones de la cordillera de los Andes pasando por las poblaciones de Horcon y Paihuano y por un rústico camino que conduce hacia Argentina.
Las inclinaciones de la cordillera se hacen más agudas, el cauce acuático se estrecha más entre las rocas de lado y lado que la ingeniería ha logrado horadar para construir una difícil carretera. En pocas laderas aparecen rebaños de cabras y en vegetales los caobos y cipreses, álamos, eucaliptos y sauces llorones cuyas delgadas ramas descienden desde lo alto mecidas por el viento, simulando festones en un escenario de teatro clásico.