LA COLMENA
Doña Rosa madruga bastante, va todos los días a misa de siete.
Doña Rosa duerme, en este tiempo, con camisón de abrigo, un camisón de franela inventado por ella.
Doña Rosa, de vuelta de la iglesia, se compra unos churros, se mete en su Café por la puerta del portal -
en su Café que semeja un desierto cementerio, con las sillas patas arriba, encima de las mesas, y la cafetera y
el piano enfundados-, se sirve una copeja de ojén 1, y desayuna.
Doña Rosa, mientras desayuna, piensa en lo inseguro de los tiempos; en la guerra que, ¡Dios no lo haga!
van perdiendo los alemanes, en los camareros, el encargado, el echador, los músicos, hasta el botones,
tienen cada día más exigencias, más pretensiones, más humos.
Doña Rosa, entre sorbo y sorbo de ojén, habla sola, en voz baja, un poco sin sentido, sin ton ni son y a la
buena de Dios
-Pero quien manda aquí soy yo, imal que os pese! Si quiero me echo otra copa y no tengo que dar
cuenta a nadie. Y si me da la gana, tiro la botella contra un espejo. No lo hago porque no quiero. Y si quiero,
echo el cierre para siempre y aquí no se despacha un café ni a Dios. Todo esto es mío, mi trabajo me costó
levantarlo.
Doña Rosa, por la mañana temprano, siente que el Café es más suyo que nunca.
-El Café es como el gato, sólo que más grande. Como el gato es mío, si me da la gana le doy morcilla o
lo mato a palos.
Don Roberto González ha de calcular que, desde su casa a la Diputación, hay más de media hora
andando. Don Roberto González, salvo que esté muy cansado, va siempre a pie a todas partes. Dando un
paseíto se estiran las piernas y se ahorra, por lo menos, una veinte a diario, treinta y seis pesetas al mes, casi
noventa duros al año.
Don Roberto González desayuna una taza de malta con leche bien caliente y media barra de pan. La otra
media la lleva, con un poco de queso manchego, para tomarsela a media mañana.
Don Roberto González no se queja, los hay que están peor. Después de todo, tiene salud, que es lo
principal.
El niño que canta flamenco duerme debajo de un puente, en el camino del cementerio. El niño que canta
flamenco vive con algo parecido a una familia gitana, con algo en lo que, cada uno de los miembros que la
forman, se las agencia como mejor puede, con una libertad y una autonomía absolutas.
El niño que canta flamenco se moja cuando llueve, se hiela si hace frío, se achicharra2 en el mes de
agosto, mal guarecido a la escasa sombra del puente: es la vieja ley del Dios del Sinaí.
El niño que canta flamenco tiene un pie algo torcido; rodó por un desmonte, le dolió mucho, anduvo
cojeando algún tiempo..
Camilo José Cela
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hay alguna pregunta??
imanecherrat:
el resumen por favor
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