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Uno de los pasajes bíblicos más fascinantes que en mi opinión dan toda una enseñanza rica para la vida misma y son alimento para el discipulado, es el pasaje bíblico de la Pesca Milagrosa que se encuentra en el Evangelio de Lucas 5,1-11. En ella se nos relata que había una multitud de gente a la orilla del lago de Genesaret y que había dos barcas en la cual, Jesús se sube a la que pertenece a Simón, pues conoce a su dueño, esta barca ha sido interpretado por los padres de la Iglesia como la Iglesia. Otro punto particular es que en el mismo griego a Simón se le ha referido como Simón solo hasta después de ver la pesca milagrosa y mostrarse indigno se nombra como Simón Pedro. Seguido a esto, se nos narra que Jesús “luego se sentó y empezó a enseñar a la multitud desde la barca”(Lc 5, 3b) signo de autoridad mientras esta barca se alejaba de la orilla. Al momento de Jesús impartir su enseñanza ante la multitud, sus palabras se dirigen a la persona de Simón y le pide que lleve “la barca mar adentro y echen las redes para pescar” (Lc 5, 4b). En pocas palabras, esta es la gran misión de la Iglesia, evangelizar a todos los pueblos, de remar mar adentro y echar las redes. Lo interesante es notar el cambio de transformación que sucede en la persona de Simón, pues al principio se opone al declarar que habían echado las redes toda la noche y no pescaron nada pero confiando en Él, lo hace. ¿Cuántas veces en tu vida te has sentido defraudado sin conseguir fruto o resultados? O ¿pierdes el ánimo y te sientes desfallecer en las cosas rutinarias de la vida?
Pero el Señor nos dice “echen las redes para pescar”, estas redes son el mismo evangelio, presentarles a Jesucristo en el mar agitado de este tiempo para obtener la adhesión de los hombres a Cristo y sacarlos de las aguas salinas de la muerte y de la oscuridad donde la luz del cielo no penetra. ¿Pero como voy a lanzar las redes si yo mismo no se como? Comienza como el pasaje nos narra “los pescadores habían bajado y lavaban las redes”(Lc 5,3b). Estas redes también pueden ser las fibras del corazón mismo, necesitan limpiarse, purificarse, reconciliarse con Dios por que no hay mejor manera para evangelizar que dando testimonio con la vida misma siempre asistida con la gracia de Dios. Y así, para que cuando lancemos nuestras redes en nuestros propios ámbitos sintamos que las redes solo se rasgan pero no se romperán ya que hay que llevarlos a la tierra de la vida, a una plena comunión con Jesucristo.