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aqui
Explicación:
Cuando hablamos de los seres humanos y su cultura, indirectamente hablamos de nosotros
mismos, porque las explicaciones o la simple presentación a la que a veces nos limitamos
comprometen nuestra propia manera de pensar y enfocar la vida. Ningún análisis intelectual es
arbitrario, pues ello implica un compromiso ideológico sin el cual no se puede responder a ciertos
planteamientos, como es el caso, en este estudio de la presentación de los viajeros, cronistas y
misioneros del siglo XVI, sobre las sociedades guaraníes, que nada tienen que ver con mi análisis
estrictamente personal.
La antropología se ocupa de las sociedades indígenas, grupos humanos en su lugar de origen,
que pueden ser tanto campesinas como urbanas, y utiliza como método la observación participante,
entre las que se puede incluir las historias de vida. En los trabajos de campo que me han servido de
experiencia antropológica en las sociedades campesinas paraguayas siempre han sido
privilegiados los métodos de trabajo antropológicos y no los estudios estadísticos que es la
metodología más utilizada en los trabajos sociológicos. Mi inclinación antropológica es
marcadamente definida ya desde el inicio de mis investigaciones. Estudiar al hombre corriente, más
que a los acontecimientos o los personajes, pienso que es más importante por la enorme influencia
que tiene en la historia y porque es quien pone el acento en la vida.
En 1973, en la región de Alto Paraná, a petición de Gerardo Fogel, realicé un trabajo con un
grupo de mujeres. La dirección estuvo a cargo de una socióloga que tuvo la buena idea de
sugerirme como método de estudio las historias de vida. Método que presentó para mí un doble
interés por su carácter innovador y proyección introspectiva. Mi anterior formación de psicóloga
coincidía plenamente con esta opción metodológica. A partir de ese momento, releí Los hijos de
Sanchez de Oscar Lewis, y Biografía de un Cimarrón de Miguel Barnet. Cuando en París conocí a
Daniel Berthot y sus trabajos sobre historias de vidas de panaderos franceses, yo ya había
realizado varios trabajos en este sentido, pero su experiencia me alentó a seguir en esta línea.
Mis experiencias posteriores, en 1976, 1977 y 1978 fueron con unas mujeres en Coronel Oviedo
y Carayaó, localidades que forman parte de mi mitología personal, de aquellas épocas en que
acostumbrábamos con mi familia, a salir a las cuatro de la mañana a enfrentar las peripecias y el
polvo del camino, con una buena cantidad de provisiones para el estómago y otra de oraciones
para el espíritu, y dieron por resultado treinta historias de vida que forman parte de mi tesis
doctoral, y van incluidas en la tercera parte de mi libro Indígenas, Vasallas y Campesinas (1987).
Tanto Maurice Godelier como Henri Deroche, profesores de la EHESS, Escuela de Altos Estudios
en Ciencias Sociales de París, directores informal y formal de mi tesis, me sugirieron reducir el
trabajo a esa tercera parte, para que, al darle mayor relieve se pusiera en evidencia su valor y
original aporte y, sobre todo, publicar esas historias aisladamente, pero por razones de tiempo no
pude seguir sus consejos.
A partir de las investigaciones citadas realicé otras sobre productividad femenina. Yenny
Aguilera me presentó a la jefa del proyecto sobre Familia rural del IICA, Instituto Interamericano
de Ciencias Agrícolas, para quien hice un estudio sobre una comunidad de Acahay que más tarde
tomó la forma de diez historias de vida y fue publicado con el nombre de Familia rural y
productividad femenina ( 1982). Como toda investigación, también la mía implicaba algún tipo de
limitación: hasta entonces, había dado prioridad a aspectos más productivos de la mujer. Por eso,
seguidamente quise ocuparme del reproductivo y sexual. En 1986 propuse al CEPEM, Centro de
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Estudios de la Mujer, un estudio sobre sexualidad femenina, utilizando nuevamente como método
de trabajo las historias de vida. En ese entonces , a pocos meses de dar a luz, significaba una
dificultad desplazarme y pedí colaboración a los miembros del grupo. El resultado de ese trabajo
fue publicado con el nombre de Pintadas por si mismas (1986).
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No
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