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En 1820, incapaz de resistir los embates de la guerra civil, terminó de desmoronarse el
Directorio que gobernaba -o más bien intentaba gobernar- a las Provincias Unidas del Río
de la Plata, aún insurrectas contra España. Lo que emergió de sus ruinas fue un conjunto de
estados provinciales soberanos que a partir de entonces buscaron ejercer plena jurisdicción
sobre los habitantes que poblaban sus geografías. De todas esas experiencias de gobierno
provincial la más exitosa fue sin dudas la de Buenos Aires, ciudad que había alcanzado ya a
fines del siglo XVIII las dimensiones de una urbe española de segundo orden, gracias a su
intenso dinamismo demográfica y a su activo comercio, y que desde 1776 ostentaba el
rango de capital virreinal. Las profundas transformaciones que se produjeron en las
instituciones eclesiásticas y en la vida religiosa porteñas durante el pasaje del orden
colonial a la vida independiente han sido analizadas por diferentes autores y siguen siendo
motivo de estudio y debate.1
Sin embargo, los estudios de historia colonial y del primer
siglo XIX raramente se han aventurado más allá del año 1830, cuando sin dudas la vida de
la Iglesia experimenta un giro, por lo que las décadas centrales de la centuria permanecen
prácticamente vírgenes.
espero que te sirva de ayuda