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Respuesta dada por: micareyesmoyano
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Respuesta:En algunas situaciones y en muchos casos de la vida, la de los seres que no pasan por ella de modo adventicio, a semejanza de esas raíces que lo son por ocasional circunstancia, sino que la viven como raíz auténtica, el espíritu, el intelecto y la decisión de escribir un libro reciben la dichosa pero también comprometedora anunciación expresada por una voz extraña pero elocuente: Es imposible que calles, y, de igual manera, es vano que hables (o escribas) si no sabes hacerlo.

No fue un rumor indefinido ni un duende demasiado oculto: eran palabras que Gigia Talarico oyó y quizás le haya sido dado ver a quien las pronunciaba, y, tras escucharlas, el miedo desapareció y la confianza en sí misma volvió a ella. Bien podía decirse la afortunada creadora de La sonrisa cortada en el soliloquio tan esencial como existencial: Es lo cierto  que no es posible que calle cuánto sé y cuánto siento respecto de un tema, de personajes, de situaciones de mis padres, mis abuelos, de todo lo que configura y revela su radiografía en la nouvelle que me dispongo a escribir, y no es vano que hable y escriba si en verdad puedo y sé hacerlo.

La acicular interrogación que se hacía esta inteligente y sensible –una rara simultaneidad en el campo de la creación literaria- Gigia Talarico y la certidumbre y seguridad que la misma implica hallan su contestación en las páginas de este muy subjetivo relato escrito por quien sabía hacerlo (y era imposible que callara y no lo hiciera), en esta atrapadora, sutil, lúcida e intensa narración, plena de humanidad y en la que una precisa y refinada Gigia Talarico revela como es verdadero el antiquísimo concepto según el cual la novela suele ser –y en la elaboración de una capacitada novelista lo es- una historia inventada capaz de hacerle la competencia a la realidad.

Que la apuesta ha sido victoriosa se comprueba en estas admirables páginas en las que entrañables criaturas imborrables son evocadas con tal acierto y virtuosismo literario que la evocación es a un tiempo de invocación. Pero lo más cierto de todo, para que todo cuanto es cierto de los imborrables personajes lo sea a prueba de todas las refutaciones de un supuesto aburrido crítico psicólogo, es que quien los evoca e invoca es una novelista facultada para que cada palabra, cada frase de este libro singular caigan como espesas gotas de lacre sellando y resellando un relato lleno de todo lo que es substancia, rico de pasajes emotivos, de diálogos –breves pero puntuales, taxativos- en los que la ternura y el concepto y la misma plétora vital se unen en una conjunción multicolora de encanto y profundidad, vivaz y estremecedora a la vez en el panhumano carácter que los contiene. En suma, el alarde de una novelista precisa, impecable en el dominio del género y poseedora de esa facultad que el hado literario concede por excepción: la de ser palomo ladrón que roba la voluntad del lector.

El lugar de Gigia Talarico acaso el que proviene de las diez contundentes palabras dirigidas por San Pablo a los romanos (Epístola, XIV, 23): Todo lo que no procede de una convicción es pecado. No aludía el apóstol de las gentes al pecado de esa literatura, de impune nouvelle sino al que proviene de las convicciones del alma y del pensamiento, y para una escritora, como la de esta novela escrita no sólo con el quehacer sino con el quesentir y el quepensar, la  literatura y su literatura están consubstanciadas con su pensamiento y es posible y probable (no son sinónimos, pero ahora podrían serlo) también con su vida. No es de extrañar entonces que, por extensión y expansión, La sonrisa cortada sea una obra exenta de pecado en el sentido que da al pecado de Tarso y le da quien esto escribe a la literatura.

He leído con fruición y reflexión este libro del que tengo el inmerecido honor de prologar. También he recordado que Gigia fue una antigua ciudad de la barroca España romana que el omniscio matemático y geógrafo egipcio Tolomeo coloca en la romántica región de los astures y que hoy sería Gijon. De los gigios se sabe que fueron seres distinguidos unos por ser iluminados, otros por la exquisita sensibilidad y otros más por el cultivo de los buenos sentimientos. La reflexiva y fruitiva lectura de La sonrisa cortada y el nombre de su inteligente y sensible creadora depararán al lector, que leerá la novela bajo los efectos de la ansiedad y el suspenso, una experiencia literaria, quiero decir lectora, dichosa y fecunda.

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