me podrían ayudar con una reflexión sobre esto del diario de Ana Frank:
Querida Kitty:
Acabo de tener una gran discusión con mamá; lo siento, pero
no nos entendemos muy bien. Con Margot tampoco marchan
las cosas. Entre nosotros no suelen darse el tipo de estallidos que
hay en el piso de arriba, que son bastante desagradables. Estas
dos naturalezas, la de mamá y la de Margot, me son totalmente
extrañas. En ocasiones comprendo mejor a mis amigas que a mi
propia madre. ¡Es una lástima!
Discutimos con frecuencia problemas de posguerra; por
ejemplo, cómo debe uno dirigirse a los sirvientes.
La señora Van Daan está, una vez más, de insoportable
humor; es muy caprichosa, y guarda lo suyo bajo llave cada vez
con mayor encarnizamiento. Mamá podría responder a la
desaparición de un «objeto Frank» con la de un «objeto Van Daan».
Así aprendería.
Hay personas que se complacen en educar hijos ajenos,
además de los propios. Los Van Daan pertenecen a esta categoría.
No se ocupan de Margot: ¡ella es la cordura, la delicadeza y la
inteligencias personificadas! Pero, al parecer, yo tengo defectos
suficientes para las dos. Más de una vez sucede que, a la mesa,
vayan y vengan palabras de censura y respuestas insolentes. Papá
y mamá me defienden con energía; sin ellos, yo ya habría desistido.
Aunque mis padres no cesan de reprocharme mi charla excesiva,
recomendándome que no me entrometa en nada y sea más
modesta, fracaso con frecuencia. Y si papá no se mostrara tan
paciente conmigo, hace tiempo que habría abandonado toda
esperanza de satisfacer a mis padres, cuyas exigencias, sin embargo,
no son a tal punto difíciles de atender.
Si se me ocurre servirme poca verdura, que detesto, y tomar
más patatas, los Van Daan, sobre todo la señora, protestan, dicen
que he sido demasiado mimada.
-Vamos, Ana, sírvete un poco más de verdura.
-No, señora, gracias -digo yo-; las patatas me bastan.
-Las verduras son buenas para la salud. Tu madre lo dice
también. Vamos, come un poco más -insiste- ella, hasta que papá
interviene para aprobar mi negativa.
Entonces, la señora estalla:
- ¡Había que ver lo que sucedía en nuestra casa!
¡En nuestra casa, por lo menos, sabíamos educar a los hijos!
¡Llaman ustedes educación a eso! Ana está terriblemente
consentida. Yo no lo permitiría nunca, si Ana fuera mi hija...
Es siempre el comienzo y el final de sus peroratas: «Si Ana
fuera mi hija...» ¡Afortunadamente, no lo soy!
Volviendo a este tema de la educación, un incómodo silencio
siguió a las últimas palabras de la señora Van Daan. Luego, papá
repuso:
-Yo considero que Ana está muy bien educada. Hasta ha
aprendido a no contestar a sus largos sermones. En cuanto a las
verduras, observe su propio plato.
La señora estaba derrotada, ¡y cómo!, papá aludía a la porción
mínima de verduras que ella misma se servía. Se cree, sin embargo,
con el derecho de cuidarse un poco, porque sufre del estómago;
se sentiría molesta si comiera demasiada verdura antes de acostarse.
De cualquier modo, que me deje en paz y cierre la boca, así no
tendrá que inventar excusas estúpidas. Es gracioso verla enrojecer
por cualquier pretexto. Como a mi nunca me ocurre, ella se
molesta bastante.
Tuya, ANA
se los agradecería mucho UωU
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QUE A VECES EN LAS SITUACIONES MAS DIFICILES SE ENCUENTRAN
MUCHAS DIFICULTADES LO QUE CAUSA PROBLEMAS , PERO ESTO NO SIGNIFICA QUE PERDAMOS LA CALMA Y LA ESPERANZA . ANA NO LA PERDIO Y ESTO DEBE SER UN EJEMPLO DE COMO NOS SUPERAMOS CADA DIA COMO PERSONAS
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