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Respuesta:
Explicación:
La Revolución Francesa de 1789, el movimiento de Independencia de los Estados Unidos ocurrido trece años antes en 1776, y la Revolución Industrial en Inglaterra que se extiende desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX, constituyen tres etapas fundamentales de la historia que marcaron hace más de doscientos años el rumbo que habría de seguir la civilización occidental. Las repercusio- nes de la Revolución francesa en la América latina y en el resto del mundo todavía nos acompañan.
Esos grandes procesos de la historia que ocasio- naron cambios de trascendencia en la economía, las ciencias humanas, las creencias religiosas, el arte, la política y la constitución misma de la Sociedad, dejaron atrás el período brillante del Renacimiento en el que el feudalismo de finales de la Edad Media comenzaba a declinar ante el empuje vigoroso de la naciente burguesía. El interés apasionado de los pensadores renacentistas por la cultura greco-romana como fuente de información y de enseñanza, condujo a la formulación de un modelo de vida caracterizado por poseer conciencia plena de la trascendencia de la personalidad humana, de su naturaleza y de su lugar en el universo. Ese nuevo modelo de vivir fue un valioso legado que nos dejó el Renacimiento. Atrás quedaba también la etapa del Barroco, bien conocido en el arte por su tendencia hacia lo infinito, lo colosal y la orna- mentación desproporcionada y exagerada de los objetos. El tipo ideal de hombre de este período de la historia fue descrito por Baltasar Gracián como de noble cuna y excelente educación: “el hombre de las cualidades y hazañas majestuosas” para quien era tan sagrada la religión como el honor.
En la historia del pensamiento humano, el Barroco se distinguió por el sello inconfundible que le impuso el Dualismo de Descartes, el ilustre filósofo que propuso una nueva visión del ser, del mundo y de las cosas e impregnó con su espíritu los grandes descubrimientos de su tiempo. En el campo de la medicina, por ejemplo, siguió el ca- mino trazado por William Harvey en el proceso del descubrimiento de los mecanismos de la circulación sanguínea, publicado en Londres en 1628. En su libro “El Discurso del método”, Descartes se refiere a los trabajos experimentales del científico inglés sin mencionar su nombre.
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La Revolución Francesa de 1789, el movimiento de Independencia de los Estados Unidos ocurrido trece años antes en 1776, y la Revolución Industrial en Inglaterra que se extiende desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX, constituyen tres etapas fundamentales de la historia que marcaron hace más de doscientos años el rumbo que habría de seguir la civilización occidental. Las repercusio- nes de la Revolución francesa en la América latina y en el resto del mundo todavía nos acompañan.
Esos grandes procesos de la historia que ocasio- naron cambios de trascendencia en la economía, las ciencias humanas, las creencias religiosas, el arte, la política y la constitución misma de la Sociedad, dejaron atrás el período brillante del Renacimiento en el que el feudalismo de finales de la Edad Media comenzaba a declinar ante el empuje vigoroso de la naciente burguesía. El interés apasionado de los pensadores renacentistas por la cultura greco-romana como fuente de información y de enseñanza, condujo a la formulación de un modelo de vida caracterizado por poseer conciencia plena de la trascendencia de la personalidad humana, de su naturaleza y de su lugar en el universo. Ese nuevo modelo de vivir fue un valioso legado que nos dejó el Renacimiento. Atrás quedaba también la etapa del Barroco, bien conocido en el arte por su tendencia hacia lo infinito, lo colosal y la orna- mentación desproporcionada y exagerada de los objetos. El tipo ideal de hombre de este período de la historia fue descrito por Baltasar Gracián como de noble cuna y excelente educación: “el hombre de las cualidades y hazañas majestuosas” para quien era tan sagrada la religión como el honor.
En la historia del pensamiento humano, el Barroco se distinguió por el sello inconfundible que le impuso el Dualismo de Descartes, el ilustre filósofo que propuso una nueva visión del ser, del mundo y de las cosas e impregnó con su espíritu los grandes descubrimientos de su tiempo. En el campo de la medicina, por ejemplo, siguió el ca- mino trazado por William Harvey en el proceso del descubrimiento de los mecanismos de la circulación sanguínea, publicado en Londres en 1628. En su libro “El Discurso del método”, Descartes se refiere a los trabajos experimentales del científico inglés sin mencionar su nombre.
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