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Dos mesas separadas. La que está situada a la izquierda del posible escenario es la de Juan y Carlos, dos amigos. La de la derecha, a unos tres o cuatro metros, es la de Eugenia y Conchita, dos amigas que no conocen de nada a Juan ni a Carlos. La incomunicación, que debe asumirse como algo incuestionable, será la excusa de tan “absurdo” diálogo. La vanalidad de cierta conversación también alude a una realidad , de nuevo,
Juan: En realidad, Carlos, mi vida ya no me importa nada
Carlos: No digas eso hombre, una mala racha la tiene cualquiera.
Eugenia: Sobre todo lo digo por las naranjas, ¡al precio que van!
Juan: En realidad, Carlos, mi vida ya no me importa nada
Carlos: No digas eso hombre, una mala racha la tiene cualquiera.
Eugenia: Sobre todo lo digo por las naranjas, ¡al precio que van!
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Carlos: No digas eso hombre, una mala racha la tiene cualquiera.
Eugenia: Sobre todo lo digo por las naranjas, ¡al precio que van!
Conchita: si si, de verdad, al precio que van.