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Además de la edad, la frecuencia cardiaca también puede variar en función de determinadas circunstancias y estímulos, ya que el corazón aumenta o ralentiza la velocidad con la que late para asegurarse de que el cuerpo cuenta con la cantidad apropiada de sangre para abordar diferentes acciones -por ejemplo, subir unas escaleras- y situaciones -por ejemplo, protegerse en caso de peligro-.
Otros factores que pueden alterar la frecuencia cardiaca son la temperatura y la humedad del aire -el número de latidos puede aumentar levemente cuando estas son más elevadas-, la posición del cuerpo -aunque el pulso no varía tumbado, sentado o de pie, sí puede subir un poco durante los quince o veinte segundos después de incorporarse- y las emociones fuertes. Por ejemplo, acelera el pulso sentirse muy feliz, excitado o angustiado, así como sufrir ataques de pánico o de ansiedad o padecer estrés.