Respuestas
En la anterior catequesis hemos mostrado, a base de los Evangelios sinópticos, que la fe en la filiación divina de Cristo se va formando, por Revelación del Padre, en la conciencia de sus discípulos y oyentes, y ante todo en la conciencia de los Apóstoles. Al crear la convicción de que Jesús es el Hijo de Dios en el sentido estricto y pleno de esta palabra, contribuye sobre todo el testimonio del mismo Padre, que «revela» en Cristo a su Hijo a través de las teofanías que tuvieron lugar en el bautismo en el Jordán y, luego, durante la transfiguración en el monte Tabor. Lo que había sido revelado ya anteriormente, pero que en cierto sentido se hallaba cubierto por un velo, ahora, a la luz de los hechos de Jesús, y especialmente y especialmente en virtud de los acontecimientos pascuales, adquiere transparencia, se hace claro y comprensible. De esta forma, el Evangelio de Juan , constituye en cierto sentido el testimonio más completo sobre Cristo como Hijo de Dios, Hijo «consubstancial» al Padre.
El Espíritu Santo prometido por Jesús a los Apóstoles, y que debía «enseñarles todo», permite realmente al Evangelista «escrutar las profundidades de Dios» y expresarlas en el texto inspirado del prólogo. «Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. El estaba al principio en Dios. «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» ... «Estaba en el mundo y por Él fue hecho el mundo, pero el mundo no lo conoció. »