• Asignatura: Filosofía
  • Autor: davidbeckam907
  • hace 3 años

¿Cómo podría interpretarse el hecho de que la Noche se manifestase en la forma de la triada Noche, Orden y Justicia?​

Respuestas

Respuesta dada por: fadivictoriacalixtof
8

Respuesta:

¿podría ser producto de su capacidad de autorrealización o ... hombre, vista a través de algunos mitos de creación, y de cómo la condición ... y se manifestaba en forma de tríada: La Noche, el Orden y la Justicia [las tres divinas personas presencia de la divina ...

Explicación:

:)

Respuesta dada por: 11196
1

Respuesta:

Las metamorfosis

Libro primero

Invocación

La inspiración me impulsa a hablar de formas transformadas en cuerpos nuevos. Oh dioses -puesto que estas transformaciones también fueron obra suya-, favorezcan mi intento y conduzcan mi canto sin interrupción desde el origen del mundo hasta mi propio tiempo.

El origen del mundo

Antes del mar, de la tierra, y del cielo que todo lo cubre, la naturaleza tenía en todo el universo un mismo aspecto indefinido, al que llamaron Caos: una mole informe y desordenada, no más que un peso inmóvil, una masa de embriones de cosas mal mezcladas. Ningún Titán daba todavía luz al mundo, Febe, la titánide que resplandecía, no regeneraba nuevos cuernos en su fase de crecimiento, la tierra no flotaba en el aire circundante, equilibrada por su propio peso, y Anfítrite, diosa del mar tranquilo, no rodeaba con sus brazos el largo margen de la tierra firme.  

Y aunque allí había tierra, mar y aire, la tierra era inestable, las aguas innavegables, y el aire carecía de luz. Nada conservaba su forma, y unas cosas obstaculizaban a las otras, porque dentro de un mismo cuerpo lo frío se oponía a lo caliente, lo húmedo a lo seco, lo duro a lo blando, y lo que no tenía peso a lo pesado.  

Un dios, junto con una mejor disposición de la naturaleza, fue quien dio solución a esta contienda, pues separó el cielo de la tierra y la tierra de las aguas, y dividió el cielo puro del aire espeso.  

Cuando hu ciñen la tierra. Añadió también fuentes, estanques y lagos, y contuvo entre tortuosas orillas a los ríos que fluyen en declive y que, con distintos recorridos, en parte son absorbidos por la misma tierra y en parte llegan hasta el mar, donde, acogidos en una extensión de aguas más libres, chocan contra las playas y no ya contra las orillas. También ordenó que se extendieran los campos, se hundieran los valles, se cubrieran de hojas los bosques y se elevaran las montañas de piedra.

Así como el cielo está dividido en dos zonas en la parte derecha y otras tantas en la parte izquierda, y en una quinta que es más caliente que las demás, el dios se cuidó de distinguir igual número de zonas en la masa cercada por el cielo, y así otras tantas franjas quedaron grabadas en la tierra.

De ellas, la que está en el medio no es habitable a causa del calor, y otras dos están recubiertas de nieve alta; a las dos restantes las colocó entremedias de las anteriores y les dio una temperatura en que se mezclan el hielo y el fuego. Sobre todas ellas está el aire, que es más pesado que el fuego en la misma proporción en que el agua es más ligera que la tierra. Allí ordenó condensarse a las nieblas y a las nubes, a los truenos que un día asustarían a los hombres, y a los vientos, que junto con los rayos originan los relámpagos.

Apenas había acabado de dividir todas estas cosas con límites bien definidos, cuando las estrellas, que durante largo tiempo habían permanecido apresadas en una ciega oscuridad, empezaron a encenderse y a centellear por todo el firmamento. Y para que ninguna región se viese privada de sus propios seres animados, las estrellas y las formas de los dioses ocuparon la superficie celeste, las olas se adaptaron a ser habitadas por los brillantes peces, la tierra acogió a las bestias y el blando aire a los pájaros.

Pero todavía faltaba un animal más noble, más capacitado por su alto intelecto, y que pudiera dominar a los demás. Y así nació el hombre, bien porque aquel artífice de las cosas, principio de un mundo mejor, lo fabricara con semilla divina, o bien porque la tierra que, recién formada y recién separada del alto éter aún conservaba en su interior algunas semillas del cielo junto al que había sido creada, fuera mezclada con agua de lluvia por el hijo de Lápeto,

que plasmó con ello una imagen a semejanza de los dioses que todo lo regulan.

Y mientras los demás animales miran al suelo cabizbajos, al hombre le dio un rostro levantado y le ordenó que mirara al cielo y que, erguido, alzara los ojos a las estrellas. De esta manera la tierra, que poco antes era tosca e informe, acogió, transformándose, al hombre.

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