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Respuesta: El pensamiento de la derecha se ha caracterizado por el economicismo y una versión negativa de la subsidiariedad, explica el autor. Esas ideas le permitieron hacer importantes reformas en la dictadura y ordenar a sus parlamentarios en la transición, pero no sirvieron para gobernar. Argumenta que el economicismo “pervierte la política” y en un país que va “en curso de caída hacia estadios más hondos de su crisis”, le impide a la derecha ayudar a reconstituir “una situación política republicana en el sentido más básico de la expresión: cosas en común”.
En 2014, Ernesto Ayala, en ese entonces director de la revista Estudios Públicos, del CEP, me invitó a escribir un artículo sobre la derecha en el momento de cambio de ciclo que, se decía, vivía el país. La idea era hacer un esfuerzo de elucidación de la situación del sector equivalente al que poco antes había efectuado Ernesto Ottone, en la misma revista, respecto de la izquierda. Para el artículo fui reuniendo un material que me resultó imposible reducir a los márgenes de un manuscrito breve, de manera que redacté finalmente dos textos, el de Estudios Públicos, más circunscrito, y un libro, La derecha en la Crisis del Bicentenario.[1]
En esos trabajos tematicé el problema ante el que se encontraba -y a todas luces aún se encuentra- la derecha como uno de talante hermenéutico o comprensivo: el pensamiento dominante era -es- demasiado estrecho, de tal suerte que le impedía -impide- a ese sector la apertura suficiente como para entender la realidad de manera adecuada y proponerle, a la situación nacional, caminos de salida plenos de sentido. La comprensión política acontece entre dos polos, uno más concreto, del pueblo en su territorio, y otro más abstracto, de las instituciones y los discursos por medio de los cuales se intenta brindar a ese pueblo curso de despliegue y expresión. La comprensión política lograda es aquella capaz de dotar a las instituciones de legitimidad o reconocimiento popular, precisamente en la medida en que ella da el paso desde la esfera más abstracta de las instituciones, reglas y discursos, hacia la realidad concreta del pueblo e, impregnándose de ella -sin entregarse simplemente a ella-, le consigue dar cauce a esa realidad concreta en instituciones en las que el pueblo puede sentirse acogido. El discurso cerril de la derecha, heredado desde la Guerra Fría y diseñado para ese peculiar contexto, dificulta, en cambio, que una parte relevante de la derecha realice la tarea comprensiva.
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La tarea de conducción política no consiste simplemente en administrar ordenadamente una hacienda y concentrarse en una gestión de corto plazo. Se trata, en su nivel más propio y básico, de llevar la situación popular a su despliegue. Es menester, con base firme en la realidad concreta, proponer, imaginar, inventar articulaciones institucionales en las cuales la situación popular pueda encontrar expresión. En esa labor tienen, ciertamente, su lugar los expertos en saberes relevantes -economía, sociología, historia, antropología, ingeniería, derecho, medicina-, lo contrario es torpe imaginación desenfrenada. Pero sobre los conocimientos expertos, es menester remontarse “más acá” y “más allá”. “Más acá”: percibir la situación concreta del pueblo en su territorio, atendiendo a los datos, pero también al contexto vital de la situación, al sentido que se experimenta en ella (a lo que se vivencia en la urbe hacinada, en una ciudad con paisaje, en un barrio dormitorio y en un vecindario de lazos estrechos y áreas verdes frondosas; a la experiencia de las zonas geográficas abandonadas, de alta tensión y de sacrificio, y la de campos fecundos; a lo que significa vivir bajo apremio económico, en la pobreza y el “miedo inconcebible a la pobreza”; a la precariedad cultural, que impide entender y expresar bien lo que se siente). Se ha de ir también, con el conocimiento experto, “más allá” de él: ensayar proyectivamente vías de florecimiento que puedan aspirar a un extenso reconocimiento.