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La política económica de España se caracterizó por obstaculizar el progreso lógico de la Nueva España en todos sus aspectos: régimen de propiedad, agricultura, minería, ganadería, industria, trabajo y comercio.
Creó latifundios, prohibió cultivos, señaló privilegios a la minería, dictó leyes contrarias a la industria y estancó los principales productos; fomentó la encomienda, el repartimiento y el peonaje, de igual manera restringió el comercio exterior.
Este texto fue presentado como ponencia al
PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL SOBRE
Historia y teoría económica
celebrado del 6 al 24 de abril de 2006
Esta página muestra parte del texto de la ponencia, pero carece de las tablas o imágenes o fórmulas o notas que pudiera haber en el texto original.
Pulsando aquí puede solicitar que le enviemos el Informe Completo y Actas Oficiales en CD-ROM
que incluye todos los debates en los foros, la lista de participantes, con indicación de sus centros de trabajo y los documentos que se presentaron en el Exhibidor del Encuentro.
Si usted participó en este Encuentro, le enviaremos a la vez su certificado en papel oficial.
Vea aquí los resúmenes de otros Encuentros Internacionales
INTRODUCCIÓN.
El imperio español instauró el Virreinato de Nueva España en 1535, luego de la caída del imperio azteca a manos de Hernán Cortés, considerando la enormidad territorial de sus nuevos dominios.
Su territorio abarcó una gran extensión cuyo centro natural era el valle de México. Sobre los cimientos de la monumental Tenochtitlan, la capital azteca, se erigió Ciudad de México, sede de la corte virreinal durante todo el período colonial. El primer Virrey fue don Antonio de Mendoza, conde de Tendilla.
El virreinato comprendía, por el Sur, toda la América Central (Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Costa Rica), salvo la gobernación de Castilla de Oro con la estratégica ciudad de Panamá. Por el Este, incluyó al Golfo de México y al Mar de las Antillas. Sin embargo, el territorio insular compuesto por las Pequeñas y Grandes Antillas, vale decir, Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico entre otras, no formó parte de Nueva España, constituyendo gobernaciones independientes. Al Norte, la frontera del virreinato fue avanzando gradualmente a medida que las huestes españolas doblegaban la resistencia que oponían los temidos pueblos chichimecas. La jurisdicción de Nueva España incluyó, finalmente, parte de los actuales estados de California, Texas, Nuevo
México, Arizona, Utah, Nevada y Colorado, pertenecientes a Estados Unidos desde 1848.
Hacia el Oeste, Nueva España limitaba con el Océano Pacífico, hasta que se le agregó la administración de las Islas Filipinas, conquistadas en 1564 por la expedición de López de Legazpi. Posteriormente, Nueva España comerciaría con Filipinas, Japón, China, India y otros países de Asia, a través del llamado "Galeón de Manila", conocido también como "Nao de la China", que zarpando del Puerto de Acapulco en Nueva España, hacía viajes anuales, de ida y vuelta, a Manila, capital de las Filipinas.
Nueva España alcanzaba del orden de 4 millones de habitantes de acuerdo a las estimaciones de algunos investigadores.
Durante la segunda mitad del Siglo XVI, el virreinato de Nueva España empeñado en la consolidación de sus fronteras y la búsqueda de recursos mineros y agropecuarios, allanó el camino a su futura preeminencia dentro del mundo colonial. En efecto, tras un Siglo XVII caracterizado por altibajos económicos que afectaron tanto a la metrópoli como a sus colonias, Nueva España se convirtió, a partir de las primeras décadas del Siglo XVIII, en la unidad política hegemónica de ultramar, superando incluso al virreinato del Perú.
Creó latifundios, prohibió cultivos, señaló privilegios a la minería, dictó leyes contrarias a la industria y estancó los principales productos; fomentó la encomienda, el repartimiento y el peonaje, de igual manera restringió el comercio exterior.
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INTRODUCCIÓN.
El imperio español instauró el Virreinato de Nueva España en 1535, luego de la caída del imperio azteca a manos de Hernán Cortés, considerando la enormidad territorial de sus nuevos dominios.
Su territorio abarcó una gran extensión cuyo centro natural era el valle de México. Sobre los cimientos de la monumental Tenochtitlan, la capital azteca, se erigió Ciudad de México, sede de la corte virreinal durante todo el período colonial. El primer Virrey fue don Antonio de Mendoza, conde de Tendilla.
El virreinato comprendía, por el Sur, toda la América Central (Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Costa Rica), salvo la gobernación de Castilla de Oro con la estratégica ciudad de Panamá. Por el Este, incluyó al Golfo de México y al Mar de las Antillas. Sin embargo, el territorio insular compuesto por las Pequeñas y Grandes Antillas, vale decir, Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico entre otras, no formó parte de Nueva España, constituyendo gobernaciones independientes. Al Norte, la frontera del virreinato fue avanzando gradualmente a medida que las huestes españolas doblegaban la resistencia que oponían los temidos pueblos chichimecas. La jurisdicción de Nueva España incluyó, finalmente, parte de los actuales estados de California, Texas, Nuevo
México, Arizona, Utah, Nevada y Colorado, pertenecientes a Estados Unidos desde 1848.
Hacia el Oeste, Nueva España limitaba con el Océano Pacífico, hasta que se le agregó la administración de las Islas Filipinas, conquistadas en 1564 por la expedición de López de Legazpi. Posteriormente, Nueva España comerciaría con Filipinas, Japón, China, India y otros países de Asia, a través del llamado "Galeón de Manila", conocido también como "Nao de la China", que zarpando del Puerto de Acapulco en Nueva España, hacía viajes anuales, de ida y vuelta, a Manila, capital de las Filipinas.
Nueva España alcanzaba del orden de 4 millones de habitantes de acuerdo a las estimaciones de algunos investigadores.
Durante la segunda mitad del Siglo XVI, el virreinato de Nueva España empeñado en la consolidación de sus fronteras y la búsqueda de recursos mineros y agropecuarios, allanó el camino a su futura preeminencia dentro del mundo colonial. En efecto, tras un Siglo XVII caracterizado por altibajos económicos que afectaron tanto a la metrópoli como a sus colonias, Nueva España se convirtió, a partir de las primeras décadas del Siglo XVIII, en la unidad política hegemónica de ultramar, superando incluso al virreinato del Perú.
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