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Aunque la antropología no ha llegado a una conclusión unánimemente aceptada en cuanto al significado y valor de los mitos, las siguientes consideraciones parecen bastante obvias: todas las culturas tienen mitos, lo que muestra qué estos y la actitud vital fundamental que los genera deben descansar en cuestiones de absoluta necesidad para el hombre; y las necesidades básicas del hombre se refieren a dos géneros de problemas:
· problemas relativos a su vida práctica, tales como la obtención de alimentos, la victoria en la guerra, la cura de las enfermedades, la procreación...
· problemas teóricos en la comprensión del mundo: es común a todos los seres humanos la necesidad de comprender cómo es el mundo, de qué entidades está poblado, de dónde viene el grupo al que uno pertenece y en último término la especie humana misma, qué se sigue tras la enfermedad y la muerte...; todas las culturas han intentado dar soluciones teóricas a estas grandes cuestiones, y, hasta la aparición de la filosofía y la ciencia, las soluciones han tenido la forma de mitos o leyendas y de descripciones religiosas.
La cuestión fundamental en la que se resumen los dos géneros de problemas anteriores y en la que hay que situar una de las claves para la comprensión de la actitud mítica es la angustia ante el futuro y ante la ignorancia del entorno.
La actitud mítica genera mitos, ritos y fetiches como instrumentos fundamentales para la resolución de aquellos problemas básicos. La facultad que más interviene en la creación de mitos, ritos y fetiches es la imaginación.
Cabe destacar tres rasgos en la “lógica” de la actitud mítica:
1. Personifica y diviniza las fuerzas naturales: la muerte, la vida, el amor, el trueno, la guerra, la fertilidad, la lluvia... son dioses a los que se les puede pedir una intervención beneficiosa para el individuo y el grupo mediante oraciones y plegarias.
2. Los sucesos del mundo se hacen depender de la voluntad de un dios: si no llueve ―o si llueve en exceso― es porque no se ha rendido culto adecuadamente al dios de la lluvia; si una enfermedad diezma nuestro poblado es porque un dios está irritado con nosotros; si perdemos la guerra es porque el enemigo tenía dioses más poderosos que los nuestros...
3. Los objetos tienen propiedades distintas a las naturales: una piedra ―tras el ritual correspondiente por el que se convierte en talismán―, es mágica, no posee sólo las propiedades naturales (peso, tamaño, dureza...), además con ella curamos enfermedades, convocamos a los dioses o a los espíritus...
Mediante los mitos el hombre conseguía dar una explicación a los distintos acontecimientos de su vida, tanto los relativos a cuestiones concretas pero fundamentales de su existencia (el desenlace de una batalla, la muerte de un amigo...), como a los grandes problemas de la vida (el nacimiento, la muerte, el sufrimiento, el origen del mundo...), y mediante los ritos y los fetiches creía poder dominar las fuerzas de la naturaleza y de la vida social de acuerdo con sus propios intereses.
Estos tres elementos llevan a considerar que en el mundo reina el capricho, la ARBITRARIEDAD de los dioses, y, por lo tanto, que en la actitud mítica el mundo se presenta como siendo un CAOS más que un Cosmos. Los dioses son arbitrarios en su conducta, aunque no tanto como para que no se puedan controlar mediante ritos y plegarias (no es extraño que un elemento común en toda cultura que posea mitos sea el que los hombres pueden atraer la voluntad de sus dioses mediante algún tipo de práctica ritual).
El mundo griego anterior a la aparición de la filosofía vivía instalado en esta actitud; el gran acontecimiento espiritual que inician los griegos en el siglo VI a.C. consiste precisamente en intentar superar esta forma de estar ante el mundo con otra forma revolucionaria que apuesta por la razón como el instrumento de conocimiento y de dominio de la realidad. Sin embargo, no hay que creer que la actitud mítica desaparece completamente a partir de esta fecha, más bien ocurre que son unas pocas personas las que viven en el nuevo y revolucionario modo de pensar, y que éste poco a poco se va haciendo más universal. Pero la actitud mítica todavía no ha desaparecido: en nuestra época muchos siguen confiando en explicaciones de este tipo, y personas que parecían haber conquistado definitivamente este nuevo estado, caen en la actitud mítica cuando su vida se torna difícil o en ella hay imprevistos no solucionables con el ejercicio de la razón.
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