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Es tarea difícil presentar de una forma sintética la admirable huella teológica a nivel sacramental de un coloso académico de la talla del Padre Alberto Ramírez, quien fuera faro de luz y sabiduría de los caminos de nuestra iglesia particular de Medellín y de nuestra Universidad Pontificia Bolivariana.
Pero si partimos de su vida sacerdotal, simple y generosa, y de su testimonio luminoso pero evangélico, la tarea deja su carga pesada y nos abre al horizonte de la contemplación del legado de este hombre que no creo haya querido ser recordado meramente como el dogmático exponente de una elucubración complicada y llena de artificios, sino como el sabio bíblico pregonero de un estilo de vida, el del Señor Jesús, revelado en el P. Albertico con una sonrisa y con una simpleza admirables, que no dejaba por eso de ser exposición clara, poderosa, contundente y sincera de los principios de nuestra verdad.