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Respuesta:
Es corriente encontrarse trabajos de investigación, tareas de clase etc., sin ninguna
cita o referencia bibliográfica que nos indique de dónde ha extraído la información el
autor. Muchas personas consideran que el citar autores demostraría que su texto no
es totalmente original, restando, (según su punto de vista), mérito a su trabajo. Nada
más lejos de la realidad. Un buen trabajo científico es aquel que se encuentra bien
documentado. Un correcto uso de las citas, y la inclusión de las referencias
bibliográficas, (más conocidas como bibliografía al final del trabajo), demuestran no
sólo la honradez de la persona en reconocer que el trabajo no ha salido de su mente,
si no también que esa persona se ha documentado, ha leído las principales
aportaciones anteriores de personas mejores conocedores del tema, y que por tanto el
documento ha sido sometido a un cuidado estudio. Además hay otros motivos que
hacen de la referencia bibliográfica un elemento imprescindible son:
• Dar a conocer trabajos previamente publicados que sirven de apoyatura a las
informaciones, tesis, teorías etc. que mantenemos.
• Dar fiabilidad a nuestro trabajo documentado el origen de las afirmaciones y
contenidos y permitiendo su verificación
• Reconocer los méritos ajenos impidiendo el plagio
• Permitir al lector ampliar determinados apartados del trabajo
Como bien nos indica Rosanna Silva en su obra Citas Bibliográficas1
:
“Cuando las fuentes que sirven de soporte a un trabajo o tesis de grado se
mencionan incorrectamente o de manera incompleta, se malinterpretan, o se
citan fuera de contexto para inclinarlas a favor de la argumentación propia, se
corre el riesgo de que lectores conocedores del tema consideren que se
encuentran ante situaciones de plagio o de errores de interpretación de las
fuentes, con la consecuente pérdida de confianza en la conducta ética y valía
profesional del implicado. Para evitar que esto suceda, cada vez que en el texto
del trabajo o tesis se incorporen expresiones, datos o elementos tomados de
las fuentes consultadas, cualquiera sea su naturaleza (impresas,
audiovisuales o electrónicas, publicadas o no), se debe dar el crédito
correspondiente y asegurar la fidelidad de interpretación”
Hay que tener en cuenta que hasta mediados del siglo XX la bibliografía entendida
desde el punto de vista tradicional, se identificaba con las fuentes de información,
dado que los soportes de carácter bibliográfico, (libros, publicaciones periódicas...),
eran los documentos propios de la información. Pero en la actualidad, el concepto de
fuentes de información se amplia a todo tipo de documentos independientemente del
soporte y ello es debido a la introducción de las tecnologías en el acceso, la
elaboración y la identificación de la información. El reconocimiento de las fuentes de