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Respuesta:
pero no soy mezquino.
Esta carta no intenta abonarse la cantidad que yo le pagué por su obra de
destrucción. Nada de eso. Le escribo sencillamente para exhortarle a amar su
propio trabajo. Le cuento la tragedia de mis zapatos para infundirle respeto por ese
oficio que la vida ha puesto en sus manos; por ese oficio que usted aprendió con
alegría en un día de juventud...Perdón; usted es todavía joven. Cuando menos, tiene
tiempo para volver a comenzar, si es que ya olvidó cómo se repara un par de
calzado.
Nos hacen falta buenos artesanos, que vuelvan a ser los de antes, que no
trabajen solamente para obtener el dinero de los clientes, sino para poner en
práctica las sagradas leyes del trabajo. Esas leyes que han quedado
irremisiblemente burladas en mis zapatos.
Quisiera hablarle del artesano de mi pueblo, que remendó con dedicación y
esmero mis zapatos infantiles. Pero esta carta no debe catequizar a usted con
ejemplos.
Sólo quiero decirle una cosa: si usted, en vez de irritarse, siente que algo nace
en su corazón y llega como un reproche hasta sus manos, venga a mi casa y recoja
mis zapatos, intente en ellos una segunda operación, y todas las cosas quedarán en
su sitio.
Yo le prometo que si mis pies logran entrar en los zapatos, le escribiré una hermosa carta de gratitud, presentándolo en ella como hombre cumplido y modelo
de artesanos.
Soy sinceramente su servidor