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Respuesta:La naturaleza de los conflictos y la violencia ha cambiado mucho desde que se fundaron las Naciones Unidas hace 75 años. Los conflictos son menos mortíferos, y con mayor frecuencia se libran entre grupos nacionales en lugar de entre Estados. Los homicidios son cada vez más frecuentes en algunas partes del mundo, y también está aumentando el número de ataques por razón de género.
Por otra parte, se han producido avances tecnológicos como la utilización de los bots, los drones y las retransmisiones en directo como armas, los ciberataques, los programas secuestradores y el hackeo de datos. Al mismo tiempo, la cooperación internacional se ve sometida a presión y esto merma el potencial mundial de prevención y solución de los conflictos y la violencia en todas sus formas.
CONFLICTOS ARRAIGADOS
A nivel mundial, el número absoluto de muertes en las guerras ha venido disminuyendo desde 1946. Sin embargo, los conflictos y la violencia van en aumento, y la mayoría de los conflictos actuales se libran entre agentes no estatales, como milicias políticas, grupos terroristas internacionales y grupos delictivos. Las tensiones regionales sin resolver, el desmoronamiento del estado de derecho, la ausencia de instituciones estatales o su usurpación, los beneficios económicos ilícitos y la escasez de recursos agravada por el cambio climático se han convertido en importantes causas de conflicto.
En 2016, la cantidad de países que se vieron afectados por conflictos violentos alcanzó el nivel más alto registrado en casi 30 años. Al mismo tiempo, los conflictos son cada vez más fragmentados: por ejemplo, el número de grupos armados que participan en la guerra civil siria ha aumentado de solo ocho a varios miles desde el estallido del conflicto. Además, hoy los conflictos son menos sensibles a las formas tradicionales de resolución, con lo que son más largos y mortíferos. Esto se debe en gran medida a la regionalización de los conflictos, que vincula las cuestiones políticas, socioeconómicas y militares a través de las fronteras, facilitando así que se refuercen mutuamente. La guerra en el Yemen es un doloroso ejemplo de ello.
DELINCUENCIA ORGANIZADA, VIOLENCIA URBANA Y DOMÉSTICA
Hoy, la delincuencia causa más muertes que los conflictos armados. En 2017, hubo casi medio millón de víctimas de homicidio, cifra que supera con creces las 89.000 víctimas causadas por conflictos armados activos y las 19.000 que murieron en ataques terroristas. Si las tasas de homicidio siguen aumentando al ritmo actual, que es de un 4 %, no se alcanzará la meta 16.1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (reducir significativamente todas las formas de violencia y las correspondientes tasas de mortalidad en todo el mundo) para 2030.
El crimen organizado y la violencia de las bandas varían mucho de una región a otra. Los países del continente americano registran las más altas tasas de homicidio por un amplio margen: una tasa del 37 % del total mundial en una región en la que habita solo el 13 % de la población mundial. La inestabilidad política genera delincuencia organizada, lo que se manifiesta, entre otras cosas, en ataques contra policías, mujeres, periodistas y migrantes. Al mismo tiempo, la violencia política ya no afecta solo a los Estados de ingresos bajos. En los últimos 15 años, más de la mitad de la población mundial ha vivido directamente situaciones de violencia política significativa o ha estado muy cerca de ellas.
En el caso de las mujeres y las niñas, el hogar sigue siendo el lugar más peligroso. Alrededor del 58 % de las mujeres víctimas de homicidio en 2017 fueron asesinadas por su pareja o por miembros de su familia, lo que supone un aumento respecto del 47 % registrado en 2012. La mayoría de las víctimas de asesinatos son mujeres; esto es consecuencia de las creencias misóginas, la desigualdad y la dependencia que persisten en todo el mundo, especialmente en los países de bajos ingresos.
EXTREMISMO VIOLENTO
Si bien el terrorismo sigue siendo un problema generalizado, sus efectos han ido disminuyendo en los últimos años. A nivel mundial, en 2018, el número de muertes atribuidas al terrorismo disminuyó por tercer año consecutivo, a menos de 19.000. Los atentados han pasado a ser menos letales a medida que los Gobiernos intensifican sus esfuerzos por luchar contra el terrorismo, mejorar la coordinación regional e internacional y crear programas para prevenir y combatir el extremismo violento. En 2017, una quinta parte de los atentados terroristas resultaron fallidos, en comparación con poco más del 12 % en 2014.