Respuestas
Al menos una vez, tal vez una sola vez, pero al fin y al cabo una vez, creímos en extraterrestres. Quizás por esa humana necesidad de saber que hay respuestas a todas las preguntas, aunque nosotros no las tengamos. Pudo ser un momento de debilidad o de fuerza, un momento en que lo que vivíamos en el planeta azul no nos convencía, no nos gustaba o, incluso, nos aburría. Creímos en extraterrestres porque las cosas cercanas habían dejado de contarnos historias con finales sorprendentes y felices, porque en el cielo nocturno vimos una luz multicolor que no era un avión. Y la mente huyó, se escapó pensando que en otro lugar, siempre lejano y casi inalcanzable, otras vidas eran posibles. Y ese casi inalcanzable es importante, porque, a lo largo de los siglos, nadie ha demostrado con toda seguridad que fuera de la Tierra, ese extremo habitado del cosmos no existiese, y la idea no se abandona. Además, en aquel desconocido territorio debe suceder lo que aquí nos falta, sus habitantes no sólo viven mejor, sino que son mejores que nosotros, más listos, más capaces, más rápidos y, quizá, hasta más humanos. El hecho es que ellos podrían embarcarse en viajes entre galaxias y recorrer el universo que, para la humanidad terrestre, ha sido siempre un mapa misterioso lleno de rutas negras e inaccesibles, una aventura por encima de nuestros límites. Hasta la luna que vemos está demasiado lejos para el hombre.
Tiahuanaco. Viaje a Bolivia.