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Respuesta:
1. El profesorado debe abandonar su papel tradicional de actuación, debe ceder su posición central en la toma de decisiones dejar paso a que el alumnado tenga mayor protagonismo en esa toma de decisiones.
2. Fomentar la curiosidad, especialmente con juegos, porque suele ser muy motivador para el estudiante.
3. Crear una guía bien planificada y personalizada de aquellos conceptos que tiene que ir asimilando el estudiante a lo largo del curso. Es una gran recurso cognitivo e ideal, pues puede ir aprendiendo según su nivel de comprensión, a su ritmo, y eso genera una gran motivación.
4. Crear sentido de la responsabilidad, más no de obligación en los estudiantes. No es fácil al principio, pero si se consigue es un camino ideal para estimular la autonomía.
5. Generar proyectos creativos para utilizar lo aprendido en nuevas situaciones.
6. Trabajar la autodisciplina. Se puede lograr con pequeños hábitos, como por ejemplo: dedicar la atención ininterrumpida a una sola cosa y acabarla, pues eso motiva; ser crítico con nuestros razonamientos; valorar positivamente los pequeños logros conseguidos, el decir “bien hecho” ayuda a esa autodisciplina; tomarte los objetivos con calma y viendo paso a paso lo que hay que hacer; etcétera.
7. Crear hojas de rutas adaptadas e inculcar capacidades, no solo intelectuales, sino también físicas y emocionales.
8. Implementar una constante tutorización para que el estudiante sea capaz de asimilar los errores, superándolos de forma positiva y afianzando su autoestima.
9. Establecer una fuerte motivación hacia la cooperación con los demás como medio para desarrollar el propio aprendizaje.
10. Propiciar “momentos” para que el alumnado pueda acceder a tareas escolares de forma espontánea, que elijan la materia que más les gusta, que accedan de forma individual o grupal.
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