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Respuesta:
Explicación:
Por qué los niños son chiquitos y ingenuos no saben de nada y no son malos y ellos son más importante por que eyos todavía tienen mucho por crecer y aprender
Respuesta:
T al vez eres pequeño, y puedes pensar que la gente grande a
veces no te da “mucha importancia”. De vez en cuando alguien
mayor te puede hacer sentir “más pequeño” de lo que eres, y
puedes llegar a pensar: “¿Realmente importo lo suficiente? ¿Y qué
acerca de Dios? ¿Realmente Le importo? ¿Realmente me ama?”. Si te
has sentido de esta manera o te has hecho estas preguntas, no te
desalientes; ¡Dios te ama más de lo que imaginas!
Cuando estuvo en la Tierra, Jesús demostró el gran amor de Dios
para toda la gente, incluyendo a los pequeños como tú. En Marcos
10:13-16, algunos padres trajeron a sus niños donde Jesús para que
Él orara por ellos y les bendijera. Allí había algunas personas mayores
(¡los mismos discípulos de Jesús!) que pensaron que tales padres no
debían molestar a Jesús trayendo a sus hijos, así que les regañaron.
¡Parece que ellos pensaban que Jesús tenía cosas más importantes
que hacer que atender a los niños!
Para la sorpresa de los discípulos, a Jesús no Le gustó que ellos
reprendieran a los niños o a sus padres (versículo 14). Él mandó que
permitieran que los niños se acercaran a Él. Luego les tomó en los
brazos, puso Sus manos en sus cabezas y les bendijo (versículo 16).
Jesús era un Hombre muy ocupado (¡a veces incluso no tenía tiempo
para comer!—Marcos 6:31), pero Él tomó tiempo para atender
a los niños y mostrarles aprecio especial. ¿No crees que es algo
maravilloso saber que Jesús te ama tanto?
¿Pero por qué ama Jesús a los niños? Jesús ama a los niños
porque, así como la gente mayor, ellos son la creación de Dios
(Salmos 139:13; Zacarías 12:1); y Dios ama a toda Su creación, sin
importar cuán pequeños sean algunos (Mateo 10:29). Él dice que
los niños son Su herencia preciosa para los padres (Salmos 127:3).
También se puede ver este amor especial de Dios en el hecho que
Él envió a Jesús, no como un adulto maduro, sino como un pequeño
niño inocente (Mateo 2)