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Pues no, porque lo que cuenta no es dar un pez a una persona hambrienta un día, sino enseñarle a pescar. No es justo dar de comer la sopa a 46 millones de personas cada año, porque, además, esto animaría a otros muchos a vivir sin trabajar. Lo importante es que esas personas puedan volver a producir y ganar, recuperar el control de su vida y salir definitivamente de la miseria. Y esto no es fácil, a la vista de problemas como la educación (o falta de la misma), la composición de las familias y su reducida capacidad para trabajar. Haskins señala la baja calidad de la educación de esas personas, la existencia de familias desestructuradas, cómo los problemas de los padres se prolongan en los hijos, y las dificultades de esas personas para conseguir un empleo sostenible.
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