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Lo que inicialmente estaba contemplado para ser sede de la Cámara de Diputados terminó por ser, con su brillante cúpula de cobre, el Monumento de la Revolución Mexicana, es uno de los símbolos urbanos más representativos de la Ciudad de México.
Sin embargo, no fue sino hasta el 23 de septiembre de 1910 cuando el presidente Porfirio Díaz colocó la primera piedra del inmueble.
Aquella monumental obra se proyectó en estilo clásico con fuerte influencia renacentista. Sus decorados iban a ser de onix y mármol, además, de que tendría una gran columna con cuatro esculturas dedicadas a la paz, la elocuencia, la juventud y la verdad.
Tales esculturas se encuentran ahora en el Palacio de las Bellas Artes. Asimismo, el águila que coronaría la cúpula, hoy remata la pirámide del monumento a La Raza.
En 1911 el movimiento revolucionario obligó a detener la obra que hasta ese momento consistía en la estructura metálica del edificio.
Durante las dos décadas siguientes, la estructura estuvo abandonada hasta que el arquitecto Carlos Obregón Santacecilia tuvo la idea de convertirla en un monumento y construir en su sótano un museo de la Revolución. Llevó su propuesta ante las autoridades de la Secretaría de Hacienda, en ese entonces a cargo de Alberto J. Pani, para un año después ser aprobada.
Para contar con fondos para la edificación, se creó un patronato responsable de recaudar los fondos suficientes.
Dicha obra, una vez concluida, no tuvo una inauguración oficial y en 1938 se desarrolló ahí por vez primera una ceremonia para conmemorar el inicio de la Revolución Mexicana, para ser prácticamente abandonada hasta 1986, cuando las autoridades del Departamento del Distrito Federal adoptaron la idea de convertirla en un museo, mismo que se inauguró en 1986, en el sótano, donde quedó el Museo Nacional de la Revolución.
Sin embargo, no fue sino hasta el 23 de septiembre de 1910 cuando el presidente Porfirio Díaz colocó la primera piedra del inmueble.
Aquella monumental obra se proyectó en estilo clásico con fuerte influencia renacentista. Sus decorados iban a ser de onix y mármol, además, de que tendría una gran columna con cuatro esculturas dedicadas a la paz, la elocuencia, la juventud y la verdad.
Tales esculturas se encuentran ahora en el Palacio de las Bellas Artes. Asimismo, el águila que coronaría la cúpula, hoy remata la pirámide del monumento a La Raza.
En 1911 el movimiento revolucionario obligó a detener la obra que hasta ese momento consistía en la estructura metálica del edificio.
Durante las dos décadas siguientes, la estructura estuvo abandonada hasta que el arquitecto Carlos Obregón Santacecilia tuvo la idea de convertirla en un monumento y construir en su sótano un museo de la Revolución. Llevó su propuesta ante las autoridades de la Secretaría de Hacienda, en ese entonces a cargo de Alberto J. Pani, para un año después ser aprobada.
Para contar con fondos para la edificación, se creó un patronato responsable de recaudar los fondos suficientes.
Dicha obra, una vez concluida, no tuvo una inauguración oficial y en 1938 se desarrolló ahí por vez primera una ceremonia para conmemorar el inicio de la Revolución Mexicana, para ser prácticamente abandonada hasta 1986, cuando las autoridades del Departamento del Distrito Federal adoptaron la idea de convertirla en un museo, mismo que se inauguró en 1986, en el sótano, donde quedó el Museo Nacional de la Revolución.
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