-Ur
ABIERTO HASTA EL AMANECER
El ca
donde la
do viendo
L
-¿Not
-¿Quiér
-Jesús
-¡Y quién
-No lo he
estado bien oc
a mujer entró a la cantina y se quedó parada, sembrada
en sus tacones altos que la hacían verse más alta, echan-
do una mirada minuciosa sobre el amplio salón
que es-
taba como varado en el silencio y el vacío. Después, se dirigió
a sentar en una mesa, y, como si continuara buscando a al-
guien, el rostro de otra persona en una parada de buses, buscó
acaso el suyo en el espejo horizontal que colgaba en la pared
detrás del mostrador. En efecto. Allá al fondo se divisó, entre
las demás caras, su vestido lleno de flores amarillas y su ojo
azul negro brotando de todas las noches y de los constantes
desvelos. Rostro anochecido y amanecido, sobreviviendo no-
che a noche y a la soledad y el bostezo de los días sucesivos.
Mirarse al espejo era ya sólo un ejercicio de amargura, más
que de coquetería, la costumbre que le había dejado su posible
belleza celebrada y comercializada. Como si no hubiera entra-
do, nadie se fijó en ella, sólo un hombre vestido de blanco arri-
mado al mostrador y que parecía un fantasma suspendido
sobre un pedazo de abismo frontal. La policía había mandado
a callar la rokonola porque espantaba el sueño a los vecinos
que ya no aguantaban semejantes berridos de los cantantes y
do tromnetas y saxofones. En el centro del estante
El cantinerc
llenaban el salór
en la pompa del
La mujer pase
la
pierna. Y, con
do, sacó un cigarr
se lo puso en la bo
morado, de moms
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esta en google jijijijijijijijijijijijijijiji
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