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Durante esta semana estamos celebrando en el Centro la Semana Cultural, cuya temática central está dedicada a la Antigua Roma, por lo que todas las actividades y talleres programados están relacionados con dicha cultura, como visitas al Museo Arqueológico de Espera, miniolimpiadas, juegos de mesa de la época, entre otros.
Quiero aprovechar este escenario, tan cercano al alumnado en estos momentos, para hacer un recorrido sobre el papel de la mujer en Roma, además de aportar recursos y enlaces con los que poder trabajar de una forma más minuciosa esta temática con los alumnos y alumnas del Centro.
Ser mujer en la Antigua Roma era muchas cosas menos fácil. Aunque hay que reconocer que tenían fama de grandes luchadoras y emprendedoras. Conocer la situación de la mujer en Roma nos sirve para evaluar el progreso de nuestra sociedad, de ver hasta donde hemos llegado en el reconocimiento de los derechos de la mujer y el camino que todavía nos falta.
La mujer romana tenía más libertad que en otras civilizaciones, como puede ser la griega, tiene un papel secundario y siempre estuvo bajo el poder del hombre, ya fuera su padre o su esposo. Las mujeres griegas y romanas jamás poseyeron capacidad política, no eran miembros de la polis en sentido pleno. Asimismo, su capacidad de obrar estuvo en mayor o menor medida mediatizada por el poder del hombre.
Durante la infancia, las mujeres libres romanas tampoco recibían la misma educación que los niños, raramente iban a la escuela media y nunca a la superior, aunque algunas alcanzaron un alto nivel cultural gracias a preceptores particulares. Se sabe que muchas recibieron una formación superior y que algunas de ellas se interesaron por disciplinas como filosofía, geometría, medicina y por la anatomía femenina, y sobre todo por las especialidades de obstetricia, ginecología y oftalmología.
En tanto que la mujer griega tenía como principal función repro-ducir biológicamente ciudadanos, siendo los hombres los encargados de su educación; en Roma, el papel de la mujer en la familia y en la sociedad era culturalmente valorado y reconocido: educa a los hijos en los primeros años y le transmite los valores cívicos. Además, participa plenamente junto con su marido en la vida social de la casa; entra y sale libremente, aparece con su marido en las recepciones y banquetes, comparte con él la autoridad sobre los hijos y sirvientes, aconseja a su marido, asiste a los espectáculos públicos y a las fiestas propias de las mujeres casadas. Esta importante función presuponía que las mujeres gozaran de libertad de movimientos, de acceso a la cultura y de vida social. Sirvan como ejemplos Cornelia, la madre de los Gracos o Livia, esposa de Augusto, primer emperador del Imperio Romano y madre de Tiberio.