• Asignatura: Historia
  • Autor: 2327001
  • hace 3 años

C. Cierre
Actividad 3. Escribe un análisis en el que se evalúen e interpreten los recursos estilísticos utilizados
por el autor en el fragmento de El Señor Presidente. Retoma la explicación que diste de las frases
subrayadas en el texto.​

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Respuesta dada por: nieves20121
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La denuncia de la dictadura El señor presidente

La primera novela de Asturias, El Señor Presidente, aparece mucho tiempo después de las Leyendas de Guatemala, en 1946. El libro, sin embargo, estaba ya terminado desde 1932, como indican las fechas puestas por el autor al final de la novela, que atestiguan una larga elaboración: «Guatemala, diciembre de 1922, París noviembre y 8 de diciembre de 1932». En el mes de julio de 1933 el escritor volvía a su patria y no estimaba prudente llevar consigo su libro en cuanto en Guatemala dominaba entonces otro dictador, el general Jorge Ubico. Al momento de dejar Francia Asturias entregaba a su amigo Georges Pillement una copia del manuscrito y otra la enviaba a México donde, más tarde, la Editorial Costa Amic publicaría la novela35.

Aparece evidente cuáles fueron los motivos que retrasaron la publicación de El Señor Presidente, si consideramos la situación guatemalteca, donde la dictadura de Ubico, una de las más duras que vio Guatemala, duró hasta 1944, y la actividad que Asturias desarrolló en esos años en su país, especialmente en el período 1937-1943, con el programa radiofónico del «Diario del Aire», donde, aprovechando los anuncios publicitarios, que intercalaba en las noticias de crónica y de política, realizaba una obra sutil de erosión de la dictadura.

Esta es al menos la versión del escritor36, aunque sabemos que no todos están conformes con la misma y hasta hay quienes han insinuado una actuación menos responsable37. Sea como sea, hubiera sido sin duda muy peligroso por ese entonces, para un residente en Guatemala, haber publicado una novela como El Señor Presidente.

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Con su nuevo libro Miguel Ángel Asturias se presenta en el ámbito literario, en 1946, con una obra de grandes calidades artísticas, centrada en un argumento vital para América Latina y destinada a llamar más tarde, y durante muchos años, la preeminente atención de la crítica. Desde la publicación de las Leyendas de Guatemala, en efecto, parecía que todos se habían olvidado del escritor guatemalteco que tanto había llamado la atención en 1930. Un silencio destinado a durar mucho tiempo, si consideramos la escasa presencia, en los años cuarenta y cincuenta, del nombre de Asturias en las contadas publicaciones que en España fueron dedicadas a la narrativa hispanoamericana38.

Hay que decir que los críticos no tenían toda la culpa, puesto que Asturias, después de las Leyendas y antes de la novela El Señor Presidente, poco había publicado. Con toda probabilidad era la poesía la que en ese período lo atraía, si en 1949 publica el poemario Sien de Alondra, elogiado por Alfonso Reyes, el cual le escribe un prólogo, y a pocos años de distancia, en 1951, los Ejercicios poéticos en forma de soneto sobre temas de Horacio39 . La poesía seguirá siendo, hasta los últimos años del artista, una actividad más bien recatada, reservada a una zona íntima, aunque dará textos, en ocasiones, de extraordinaria relevancia: es el caso del poema Clarivigilia Primaveral, que Asturias publica en 196540.

La fama del escritor guatemalteco empieza realmente a partir de 1948, cuando la Editorial Losada incluye El Señor Presidente en su «Biblioteca Contemporánea», procurándole gran difusión, y se afirma internacionalmente a partir de 1952, año en que la traducción al francés de El Señor Presidente obtiene el Premio —27→ Internacional del Club del Libro en Francia. Desde entonces numerosas fueron las traducciones de la novela a los principales idiomas europeos y la notoriedad del novelista fue progresivamente creciendo, mientras quedaban postergadas a pura referencia las Leyendas de Guatemala.

La afirmación internacional de Asturias será útil también para una mayor difusión de la narrativa latinoamericana. El escritor guatemalteco será durante toda su vida un generoso propagandista de la obra de sus colegas y seguirá contribuyendo enormemente, desde Europa, durante su exilio, en los años anteriores al famoso «boom», a fomentar la atención de críticos, universidades y editores hacia la narrativa de América Latina.

En cuanto a El Señor Presidente, el tema no era ciertamente nuevo ni en la narrativa hispanoamericana ni en la europea. Conrad había publicado en 1904 su novela Nostromo, Francis de Miomandre en 1926 Le dictateur, y en el mismo año Ramón María del Valle-Inclán editaba su célebre Tirano Banderas. Cada uno de estos narradores intentaba una síntesis convincente de la América de matriz hispánica sometida al régimen dictatorial, procurando representar esa «república comprensiva de Hispanoamérica» de la que habló Seymour Mentón41.

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