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El alcohol ha acompañado a los seres humanos desde hace miles de años. No a todos les gusta, y no todos lo toleran, pero a muchísimos de nosotros nos gustan las bebidas con un cierto contenido en alcohol. Pero no somos los únicos animales a los que gusta o puede gustar el alcohol. A otros primates y a otros mamíferos herbívoros les gusta consumir frutas fermentadas cuando tienen la ocasión.
El alcohol es propio de frutas maduras, llenas de nutrientes, y su efecto estimulante sobre el apetito resulta beneficioso para los herbívoros que, en ciertas ocasiones, tienen acceso a fuentes de alimento de carácter muy efímero. Por eso, cabe pensar que entre las plantas que producen frutas con cierto contenido en alcohol y sus consumidores, se ha producido un fenómeno de coevolución con el correspondiente conjunto de adaptaciones recíprocas. De esa forma, las plantas irían incluyendo cada vez más alcohol en el nectar de sus flores o en sus frutos, y los herbívoros irían desarrollando una cada vez mayor tolerancia al alcohol y capacidad para metabolizarlo. La ventaja que se deriva para las plantas de esa relación es que ven así facilitada la polinización y la dispersión de las semillas.
Hace un par de años se publicó un estudio bastante curioso en el que se analizaban, precisamente, los términos de una relación de esa naturaleza entre una palmera (Eugeissona tristis) y una musaraña arborícola (Ptilocercus lowii) de las selvas malayas. La flor de la palmera produce un nectar con un contenido en alcohol del 3’8%, producido por las abundantes levaduras presentes en ella. El estudio puso de manifiesto que si se impedía el acceso a las flores de las musarañas (y también, aunque en menor medida, de loris lentos, Nictycebus coucang), la palmera producía la mitad de los frutos que los que produce bajo condiciones normales. Y también se observó que estos pequeños mamíferos pasaban una media de dos horas por noche (son de hábitos nocturnos) alimentándose del néctar y que ese néctar era, con diferencia, su principal fuente de alimento. No hay datos que permitan afirmar que lo que valoran las musarañas es el alcohol, ya que es posible que otros compuestos presentes en el néctar, o incluso las mismas levaduras, sean su verdadero objeto de deseo, pero no cabe duda de que han desarrollado una enorme capacidad para tolerar el alcohol. Hasta qué punto son tolerantes que, si se corrigen los efectos del tamaño, el alcohol ingerido por las musarañas sería más que suficiente para provocar una buena borrachera a cualquiera de nosotros.
FUENTE: https://ztfnews.wordpress.com/2010/06/29/alcoholismo-animal/