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Respuesta:
Muchos años más tarde, en Tirintos reinaban Alcmena y Anfitrión, descendientes de Perseo. Alcmena era una mujer bellísima y el propio Zeus deseaba enamorarla.
En el banquete, Zeus le relató a la princesa todos los detalles de las batallas en las que había participado el verdadero
Anfitrión. Y por fin llegó la hora de acostarse. Tanto amaba Zeus a la bella
Alcmena que decidió no permitir la llegada del día: setenta y dos horas duró esa noche interminable.
Al día siguiente llegó al palacio el verdadero Anfitrión. En lugar de recibirlo con entusiasmo, su esposa parecía extrañamente cansada y casi indiferente a sus caricias.
Pero la diosa Hera, legítima esposa de
Zeus, era terriblemente celosa. Como no podía enfrentar a su todopoderoso marido, trataba de vengarse en las otras mujeres y en sus hijos. Zeus había prometido que el primer descendiente de Perseo que naciera sería rey de Argos.
Los bebés tenían diez meses cuando
Hera decidió librarse para siempre del ma ld ito hijo de su enemiga y envió dos enormes serpientes, que se enroscaron en el cuerpo de los niños, apretándolos para triturarlos. Ificles se echó a llorar con desesperación.
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