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La colaboración erudita que ha venido ilustrando esta
sección cede hoy el paso a cuatro muestras poéticas, dos de
ellas anónimas, nacidas de la entraña misma del pueblo;
todas señalan momentos definitivos de la lucha por la inde-
pendencia nacional. Al movimiento popular llamado de los
comuneros pertenece la primera, Avisos y quejas del Perú
al Rey nuestro señor, reflejo de la angustia económica de
las clases populares. Manifiesta la segunda los sentimientos
un tanto escépticos del pueblo por los sucesos políticos
ocurridos en la Península en 1808 y 1809 con su secuencia en
el Nuevo Reino de Granada de la instalación de una Junta
Suprema, en la noche inolvidable del 20 al 21 de julio de
1810. La tercera, revelación literaria por la calidad de su
autor y las circunstancias en que la compuso y, la última,
fruto de la inspiración de un bardo payanes oculto bajo
seudónimo, que supo impregnar sus páginas del hálito ro-
mántico del momento y el tono épico requerido por la in-
teresante evocación histórica, en rendido homenaje a la gloria
del Libertador.
La protesta de los comuneros que prendió vigorosa en
la provincia del Socorro para comunicarse luego a casi todo
el territorio virreinal, fue propicia para que el pueblo, acosado
por los impuestos y vejado por los guardas reales, se uniese
por vez primera en busca de su redención. La falta de im-
prentas y el ejercicio severo de la censura estimuló toda clase
"Este papelón, repetimos, fue hallado por primera vez en
Santa Fe, en un poste, en el puente de San Francisco, a las
dos y media de la mañana del siete de abril de mil sete-
cientos ochenta y uno, por el guarda José García de Heras,
natural del Reino de Galicia, y entregado el mismo día al
Regente don Juan Gutiérrez de Piñeres, en persona".
Bajo el título Salud, Señor Regente, el vate político anó-
nimo, desenvuelve cuarenta y una octavas y una redondilla
final que, lejos de fatigar con su chabacanería, penetró tan hondo en el alma popular y la mantuvo erguida hasta la
hora de las capitulaciones firmadas en Zipaquirá. El citado
historiador Cárdenas Acosta, publica por vez primera el
texto íntegro, del que dio a conocer buena muestra el Ge-
neral Manuel Briceño en su libro Los comuneros
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