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7
la mayor autoridad y educacion ante cualquier problema siempre estar pendiente y nunca rechazarlos ante cualquier pregunta o cuestion de parte de su hijo o hija
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9
Padres
buenos hay muchos, buenos padres hay pocos. No creo que haya cosa más
difícil que ser un buen padre. En cambio no es difícil ser un padre
bueno. Un corazón blando basta para ser un padre bueno; en cambio la
voluntad más fuerte y la cabeza más clara son todavía poco para ser un
buen padre.
El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para querer. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no; el padre bueno sólo sabe decir que sí. El padre bueno hace del niño un pequeño dios que acaba en un pequeño demonio.
El buen padre echa a volar la fantasía de su hijo dejándole crear un aeroplano con dos maderas viejas. El padre bueno alimenta la voluntad de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades.
El buen padre templa el carácter del hijo o hija llevándolo por el camino del deber y del trabajo. Y así, el padre bueno llega a la vejez decepcionado y tardíamente arrepentido, mientras el buen padre crece en años respetado, querido, y a la larga, comprendido.
El 'buen padre', imagen ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de 'proveedor': aquél que satisface todas las necesidades materiales del hogar. Para "que no les falte nada a los hijos e hijas" trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. El padre no logra satisfacer las necesidades presentes, cuando ya le han sido creadas otras. Así se desgasta febrilmente, sin darse un respiro para disfrutar lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos e hijas.
Los padres que han logrado vencer las tradiciones de ser meros proveedores, comparten el gozo en la crianza de los hijos e hijas y hablan de "una nueva dimensión en la convivencia familiar".
A pesar de los reproches de quienes pretenden perpetuar el tabú inmemorial de que cuando el padre se involucra emocionalmente con el hijo o hija se torna 'suave como una segunda madre', y que si participa en el cuidado y atención del hijo o hija se convierte en simple 'mandado', cada día son más los padres presentes en el quirófano en el momento del nacimiento de sus hijos e hijas, en los cursos prenatales y de posparto para capacitarse en el cuidado del bebé.
Se necesitan dos para engendrar un hijo. También se necesitan dos para su desarrollo. La intuición femenina permite a la madre establecer una comunicación vital con el hijo e hija desde el momento mismo de su nacimiento. Interpreta las señales de temor en el infante y con mimos lo tranquiliza y conduce suavemente.
La voz del padre es de suma importancia: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño o niña. El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: "con cuidado", y el padre le dice "uno más", al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida.
El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo o hija: las emocionales y las psíquicas. Trasciende la preocupación de sí mismo y sus ocupaciones, y logra ver al hijo o hija en sus propios términos. Propicia el ambiente que le permita el desarrollo de su potencial en un marco de libertad responsable, no de dominación.
No se detiene en la periferia, sino que conoce al hijo o hija de cerca. Lo guía sin agresividad, con firmeza motivada y razonada, por el camino de los valores que desea heredarle. El padre de hoy se ha dado permiso para ver con ojos de amor al retoño de sus entrañas. Advierte en el hijo o hija, más allá de las limitaciones presentes, el cúmulo de posibilidades que está por realizar. Y a su lado goza cada peldaño de su desarrollo.
El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para querer. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no; el padre bueno sólo sabe decir que sí. El padre bueno hace del niño un pequeño dios que acaba en un pequeño demonio.
El buen padre echa a volar la fantasía de su hijo dejándole crear un aeroplano con dos maderas viejas. El padre bueno alimenta la voluntad de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades.
El buen padre templa el carácter del hijo o hija llevándolo por el camino del deber y del trabajo. Y así, el padre bueno llega a la vejez decepcionado y tardíamente arrepentido, mientras el buen padre crece en años respetado, querido, y a la larga, comprendido.
El 'buen padre', imagen ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de 'proveedor': aquél que satisface todas las necesidades materiales del hogar. Para "que no les falte nada a los hijos e hijas" trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. El padre no logra satisfacer las necesidades presentes, cuando ya le han sido creadas otras. Así se desgasta febrilmente, sin darse un respiro para disfrutar lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos e hijas.
Los padres que han logrado vencer las tradiciones de ser meros proveedores, comparten el gozo en la crianza de los hijos e hijas y hablan de "una nueva dimensión en la convivencia familiar".
A pesar de los reproches de quienes pretenden perpetuar el tabú inmemorial de que cuando el padre se involucra emocionalmente con el hijo o hija se torna 'suave como una segunda madre', y que si participa en el cuidado y atención del hijo o hija se convierte en simple 'mandado', cada día son más los padres presentes en el quirófano en el momento del nacimiento de sus hijos e hijas, en los cursos prenatales y de posparto para capacitarse en el cuidado del bebé.
Se necesitan dos para engendrar un hijo. También se necesitan dos para su desarrollo. La intuición femenina permite a la madre establecer una comunicación vital con el hijo e hija desde el momento mismo de su nacimiento. Interpreta las señales de temor en el infante y con mimos lo tranquiliza y conduce suavemente.
La voz del padre es de suma importancia: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño o niña. El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: "con cuidado", y el padre le dice "uno más", al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida.
El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo o hija: las emocionales y las psíquicas. Trasciende la preocupación de sí mismo y sus ocupaciones, y logra ver al hijo o hija en sus propios términos. Propicia el ambiente que le permita el desarrollo de su potencial en un marco de libertad responsable, no de dominación.
No se detiene en la periferia, sino que conoce al hijo o hija de cerca. Lo guía sin agresividad, con firmeza motivada y razonada, por el camino de los valores que desea heredarle. El padre de hoy se ha dado permiso para ver con ojos de amor al retoño de sus entrañas. Advierte en el hijo o hija, más allá de las limitaciones presentes, el cúmulo de posibilidades que está por realizar. Y a su lado goza cada peldaño de su desarrollo.
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