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Los beneficios de un sistema descentralizado pueden agruparse en dos tipos de argumentos: los económicos, relacionados con la eficiencia asignativa y productiva de la descentralización fiscal, y los relacionados con la democracia. A lo largo de las próximas líneas me centraré en los segundos: las promesas democráticas de la descentralización y, en concreto, las que vinculan el acercamiento de la administración pública a la ciudadanía con un mejor control de los políticos por parte de los votantes.
Esta ventaja de la descentralización -el control de los gobiernos- está relacionada con una ingente literatura en Ciencia Política que explora desde hace décadas la cuestión sobre cómo garantizar que los gobernantes ejerzan el poder de acuerdo con las preferencias de los ciudadanos (responsiveness). Una manera podría ser seleccionando a los mejores políticos (un mecanismo de control prospectivo)