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Eres consciente de cómo hablas o incluso de cómo piensas?
Piensa un momento cuántas veces dices «tengo que» a lo largo del día. Más de las que te imaginas.
Puede parecer una tontería, pero esta forma de comunicarnos con nosotros mismos nos está diciendo cosas.
Nunca digas «Tengo que hacer esto», sino «Elijo hacer esto» en base a una comparación de consecuencias. Parece que no pero la visión cambia.
No es lo mismo «Tengo que estudiar», sin más, que «Elijo estudiar porque es la mejor elección en base a mis objetivos».
En negativo funciona igual. En vez de decir «No tengo tiempo», prueba a decir «No es una prioridad», y mira como te sientes.
«Tengo tiempo para aprender inglés, pero no quiero.»
«No hago deporte, porque mi salud no es una prioridad»
«No paso más tiempo con mis hijos, porque no son una prioridad en mi vida»
Es así de simple y así de duro.
Si frases como estás te remueven y no te sientan bien, ese es el objetivo.
Cambiar nuestro lenguaje nos recuerda que cada momento es una elección.
Si no te gusta como estás usando tu tiempo, puedes elegir cambiarlo, puedes elegir tus prioridades.
«Es que el trabajo me absorbe» – no te engañes, tu lo eliges.
«Mi jefe me explota» – tu lo permites, tu lo eliges.
«No tengo tiempo de comer sano y cuidarme» – no te lo has planteado en serio, no es una prioridad para tí.
«No tengo tiempo de aprender inglés» – ¿cuantas horas ves la tele al día?
Y este «descubrimiento», es tan molesto como esperanzador, ya que nos abre los ojos a la posibilidad de que podemos cambiar lo que no nos gusta. Depende de nosotros.
Piensa un momento cuántas veces dices «tengo que» a lo largo del día. Más de las que te imaginas.
Puede parecer una tontería, pero esta forma de comunicarnos con nosotros mismos nos está diciendo cosas.
Nunca digas «Tengo que hacer esto», sino «Elijo hacer esto» en base a una comparación de consecuencias. Parece que no pero la visión cambia.
No es lo mismo «Tengo que estudiar», sin más, que «Elijo estudiar porque es la mejor elección en base a mis objetivos».
En negativo funciona igual. En vez de decir «No tengo tiempo», prueba a decir «No es una prioridad», y mira como te sientes.
«Tengo tiempo para aprender inglés, pero no quiero.»
«No hago deporte, porque mi salud no es una prioridad»
«No paso más tiempo con mis hijos, porque no son una prioridad en mi vida»
Es así de simple y así de duro.
Si frases como estás te remueven y no te sientan bien, ese es el objetivo.
Cambiar nuestro lenguaje nos recuerda que cada momento es una elección.
Si no te gusta como estás usando tu tiempo, puedes elegir cambiarlo, puedes elegir tus prioridades.
«Es que el trabajo me absorbe» – no te engañes, tu lo eliges.
«Mi jefe me explota» – tu lo permites, tu lo eliges.
«No tengo tiempo de comer sano y cuidarme» – no te lo has planteado en serio, no es una prioridad para tí.
«No tengo tiempo de aprender inglés» – ¿cuantas horas ves la tele al día?
Y este «descubrimiento», es tan molesto como esperanzador, ya que nos abre los ojos a la posibilidad de que podemos cambiar lo que no nos gusta. Depende de nosotros.
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