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Poco antes de nuestro Señor ascender, Él dejó la comisión más grande a la iglesia: hacer discípulos. Puesto que Él lo consideró algo de primer importancia, es necesario que dediquemos nuestro esfuerzo a animar el discipulado en la iglesia local. El discipulado debería ser algo normal en la iglesia, no algo especial. Si vemos el discipulado como algo especial, solo las personas “más preparadas” serían capaces de obedecer el mandato de Jesús. Por contraste, cuando vemos el discipulado como algo de la vida diaria normal, todos estaremos participando de la Gran Comisión de Cristo.
Entonces, ¿por dónde empezar? ¿Cómo iniciamos un discipulado? Aquí hay seis cualidades claves. No es una lista exhaustiva, pero sí son esenciales.
1 AutoridadDebemos recordar que una relación entre creyentes siempre debe estar acompañada de la autoridad de la Palabra de Dios. La intimidad de una amistad no excluye la autoridad con la que discipulamos. Piense como un padre. Intente lidiar con sus hijos con amistad, pero sin autoridad. Inténtelo con sus empleados en el trabajo. No es posible. En cualquier relación de discipulado, cuando hablamos la Palabra de Dios a la vida de otra persona, entramos en un ámbito de autoridad. La intimidad de una relación nunca excluye la autoridad.
2 Desinterés personalMe encanta cómo el apóstol Pablo se dirigía a sus discípulos: “Gracia, misericordia y paz” (2 Tim 1:2). Estando en prisión, Pablo se dirigía a sus discípulos con un desinterés en su propia persona. El realmente buscaba lo mejor de lo mejor que Dios podía otorgarles. Gracia para cubrir su pecado. Misericordia para conquistar sus miserias. Y paz para dominar sus vidas. Eso sí que es lo mejor de lo mejor.
¿Quieres discipular a alguien en la fe? Demuéstrale que lo que más te importa es su bendición espiritual. Imagínate a Timoteo pensando, “¡Guau! Pablo no solo tiene autoridad sobre mí, sino que también desea lo mejor de Dios para mí!”. Eso sí que anima el corazón de un discípulo.
3 GratitudUn discípulo es animado con gratitud. Si queremos practicar el discipulado bíblico, debemos apreciar el servicio y la vida de aquellos a quienes discipulamos. No tomemos por sentado su andar en Cristo. Animémoslos con gratitud a Dios por ellos. Y eso implica más que hacer acciones de gracias a Dios: ¡hay que decírselo a ellos también!
4 OraciónUn gran teólogo dijo que el mejor regalo que alguien podía darle era orar por él. A veces no nos damos cuenta de lo cautivador que es decirle a alguien que estamos orando por él. Pon a alguien bajo la autoridad de la Palabra y ora para que la Palabra sea permeada en su vida y ve si no le anima eso a seguir a Cristo. Mi esposa y yo oramos antes de cada comida por los miembros de nuestra iglesia. A veces oramos por personas que no hemos conocido en persona, pero sabemos que son miembros. Cuando por fin los conocemos y les decimos que hemos estado orando por ellos, su reacción siempre es de asombro. Ora, ora, ora, y ve el resultado.
5 AmorUno de los capítulos más conmovedores en la Escritura es Hechos 20. Pablo está en Mileto, despidiéndose de los ancianos de Éfeso, sabiendo que era la última vez que los vería. Lucas nos narra que cuando Pablo oró por ellos, “hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro” (Hch. 20:37-38). ¿Quién puede resistirse a tan grande afecto? Si queremos influenciar a alguien con el evangelio, dejémosle saber que les amamos, y Dios quiera que ese amor crezca como lo hizo en los discípulos de Pablo también.
6 Afirmación
Una de las cosas más importantes en el discipulado cristiano es el afirmar las áreas de crecimiento en la vida del discípulo. No hace mucho, los ancianos de mi iglesia tuvieron una cita formal conmigo para afirmar mis dones y mi carácter ¡Eso anima mi corazón! Pablo le decía a Timoteo: “Tu fe es sincera” (2 Tim. 1:5a). ¿Cuándo fue la última vez que le dijimos a alguien: “hermano, veo tu andar cristiano y me es de ánimo. ¡Sigue adelante!”? Por supuesto que eso anima a cualquier persona a seguir a Cristo.
Con la ayuda de Dios, si practicamos estas cosas, inevitablemente nuestras relaciones serán afectadas para bien, y creceremos hacia una cultura de discipulado normal en la iglesia. Ese es mi deseo y mi oración para toda la iglesia, especialmente la de habla hispana.