Respuestas
Respuesta:
Explicación:
análisis de las diferentes expresiones cristológicas en Francisco, nos ha llevado de vez en cuando a tocar su doctrina sobre la Eucaristía. Esto indica hasta qué punto es central este misterio en su fe y en su modo de contemplar a Cristo.
Reservamos especialmente este capítulo a la Eucaristía para situarla en su visión cristológica general.
Nos parece necesario una ojeada sobre el fondo histórico, para darnos cuenta de que la inteligencia de fe de Francisco -tradicional, por supuesto, y por ello impregnada profundamente de la enseñanza de la Iglesia-, presentaba aspectos que se diferenciaban de los que ofrecían la piedad popular y cierta orientación espiritual.
I.- IDEA GENERAL SOBRE EL FONDO HISTÓRICO
La Edad Media, en particular a partir del siglo VI, estaba surcada por una profunda crisis eucarística. Los Padres del IV Concilio de Letrán (1215) lo experimentaron. Francisco, que asistió verosímilmente a este concilio, según el testimonio de Ángel Clareno ( 1336), de Gerardo de Frachet y según la opinión general de los historiadores, no podía ser indiferente al problema. Por no tener en cuenta esta crisis, no se capta todo el alcance de sus admoniciones y de sus cartas y la profundidad de su fe en el misterio de Cristo.
1) El hecho
¿Qué crisis era ésta? Consistía en que los fieles no frecuentaban ya la comunión eucarística.
Es necesario reconocer que «la forma esencial de la piedad hacia Cristo es, en el siglo XII, el culto de la Eucaristía. En este momento es cuando se comenzó en Francia a elevar la Hostia inmediatamente después de la consagración, para presentarla a la veneración de los fieles. Parece, sin embargo, que esta devoción fue, sobre todo, exterior, y que la práctica de la comunión diaria, encomiada en el siglo anterior por San Pedro Damián y por Gregorio VII, tuvo que hacer esfuerzos para implantarse, al menos entre los fieles».1
En efecto, desde el siglo VI hasta el concilio de Letrán mencionado, los fieles iban abandonando cada vez más la comunión.
«La edad de oro de la comunión frecuente y diaria en el pasado de la Iglesia se sitúa en los siglos III y IV. El período más desolador comienza hacia el siglo VI. Hasta el Concilio de Letrán, la deserción de la santa Mesa se acentuará día a día sin que los esfuerzos de los escritores eclesiásticos, ni siquiera de los concilios locales y nacionales, pudiesen detenerla, escribe Joseph Duhr... A partir del siglo X, este abandono de la comunión, lamentable ya, se agrava todavía».2
Los fieles abandonaban la comunión. Pero el ejemplo de algunos clérigos no es tampoco edificante. El IV Concilio de Letrán, en el canon 17, deplora que ciertos clérigos, incluso prelados, «celebren la misa apenas cuatro veces al año y, lo que es peor, descuiden el asistir a ella».
Conscientes de esta situación, los Padres del IV Concilio de Letrán, juzgaron necesario señalar a los fieles su verdadero deber: «Todo fiel de uno y otro sexo, que ha llegado a la edad de la razón, deberá confesar sus pecados a su propio sacerdote, al menos una vez al año, cumplir, en la medida de sus posibilidades, la penitencia que le ha sido impuesta y recibir devotamente, al menos por Pascua, el sacramento de la Eucaristía, salvo si, por buenos motivos, con el consejo del sacerdote, difiera para más tarde la recepción de este sacramento».
.