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En Honduras existen 190 000 hectáreas sembradas con palma aceitera, según la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG), estas plantaciones se extienden a lo largo del litoral atlántico, desde Cortés hasta Colón.
En los parques nacionales Punta Izopo y Jeanette Kawas, la palma africana ha copado entre un 20 y 30% de las áreas protegidas respectivamente.
En el 2016, un incendio en el parque Kawas consumió 412 hectáreas. A finales de agosto de 2019 se registró otro siniestro en Punta Izopo.
Una vez más, Concepción Aguilera, sumerge un recipiente en el pozo que construyó en su casa con la esperanza de obtener un poco de agua. Un líquido amarillento de color putrefacto es lo único que logra extraer. Lo muestra para confirmar que desde hace diez años las familias de la comunidad de Paris, en Lean, departamento de Atlántida, al norte de Honduras, se ven obligadas a consumir esa agua subterránea, a pesar de que, paradójicamente, su comunidad queda en un valle fértil con abundantes reservas hídricas.
No solo el pozo de don ‘Conce’, como lo conocen en la comunidad, está contaminado. Hace unos años, los pobladores reunieron dinero para construir un pozo comunitario que pudiera abastecer a todos los hogares. Sin embargo, el resultado es el mismo. No sale agua limpia de la tierra. Entre más profundos son los pozos, más se corre el riesgo de encontrar el líquido en mal estado o con sal, por su cercanía con el mar Caribe
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no si sea eso
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Explicación:
Honduras: palma africana se apodera del agua y de áreas protegidas
POR LEONARDO GUEVARA Y LESLY FRAZIER EN 8 OCTUBRE 2019
Series de Mongabay: Los pecados de la palma en Latinoamérica
En Honduras existen 190 000 hectáreas sembradas con palma aceitera, según la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG), estas plantaciones se extienden a lo largo del litoral atlántico, desde Cortés hasta Colón.
En los parques nacionales Punta Izopo y Jeanette Kawas, la palma africana ha copado entre un 20 y 30% de las áreas protegidas respectivamente.
En el 2016, un incendio en el parque Kawas consumió 412 hectáreas. A finales de agosto de 2019 se registró otro siniestro en Punta Izopo.
Una vez más, Concepción Aguilera, sumerge un recipiente en el pozo que construyó en su casa con la esperanza de obtener un poco de agua. Un líquido amarillento de color putrefacto es lo único que logra extraer. Lo muestra para confirmar que desde hace diez años las familias de la comunidad de Paris, en Lean, departamento de Atlántida, al norte de Honduras, se ven obligadas a consumir esa agua subterránea, a pesar de que, paradójicamente, su comunidad queda en un valle fértil con abundantes reservas hídricas.
No solo el pozo de don ‘Conce’, como lo conocen en la comunidad, está contaminado. Hace unos años, los pobladores reunieron dinero para construir un pozo comunitario que pudiera abastecer a todos los hogares. Sin embargo, el resultado es el mismo. No sale agua limpia de la tierra. Entre más profundos son los pozos, más se corre el riesgo de encontrar el líquido en mal estado o con sal, por su cercanía con el mar Caribe. Por eso los habitantes de Paris y otras dos comunidades se ven forzadas a traer agua de otros sectores para poder sobrevivir.
Concepción Aguilera tiene una hipótesis de lo que está pasando en la zona. Mientras se sube a su camión, en el que carga la razón de sus problemas, nos cuenta por qué son víctimas de la escasez de agua. A lo largo del trayecto señala los lugares que antes eran bosques verdes llenos de animales y que hoy son extensas áreas cultivadas con palma africana de propiedad de la Corporación Dinant, una empresa hondureña fundada en 1960 por el ya fallecido terrateniente Miguel Facussé Barjum.
Mongabay Latam recorrió las comunidades de Paris y de Colorado Barra, del sector Lean, en el camión de Concepción, un poblador que lleva 15 años transportando la fruta de la palma africana desde el Atlántico hasta las instalaciones de la empresa Palmas Centroamericanas S.A. (Palcasa). A lo largo de esta ruta, que conoce como la palma de su mano, nos muestra algunos puntos clave donde opera este negocio y en el que él es tan solo uno de los últimos eslabones de la cadena.
Mientras elige un lugar para empezar este relato, nos dice en confianza que le gustaría dedicarse a otra actividad, pero que es lo único que tiene para alimentar a sus hijos.