Una tarde cualquiera llegó a la vereda Villa Nueva un joven que vestía trajes elegantes y tenía por nombre Federico. Este joven era el nieto de un campesino que había emigrado a la ciudad hacía muchos años. Federico regresaba a visitar la tierra de sus abuelos.
Federico se sorprendió mucho al encontrar a Villa Nueva peor de lo que sus abuelos le habían comentado. Era una vereda con pocos y empobrecidos campesinos. La mayoría, como lo había hecho su abuelo, trabajaba en tierras que no eran de su propiedad, sino de una familia de terratenientes, la cual arrendaba parcelas. Los campesinos debían trabajar muy duro para pagar el arriendo de la tierra que ocupaban y para conseguir recursos para sobrevivir. Cuando los cultivos no producían las cosechas esperadas y no era posible reunir lo del arriendo, las familias campesinas pegaban trabajando en las tierras de los dueños.
En tiempos pasados, la vereda disfrutó de una gran prosperidad, pero los conflictos, las enfermedades y la explotación de los terratenientes arruinaron los campos. Antes de estas situaciones, muchos campesinos, como los abuelos de Federico, emigraron a la ciudad en busca de mejores oportunidades.
Ni a las autoridades civiles ni religiosas, ni mucho menos a los dueños de las tierras les importó la suerte de los campesinos, pese a que vivían su labor; únicamente se interesaron en seguir cobrando la renta derivada del trabajo en los campos.
Federico no podía comprender esta situación. Le parecía injusto que los dueños de estas tierras fueran unas pocas personas con una vida muy cómoda, mientras que un mayor número de familias se mantenía en extrema pobreza. Para comprender algo de lo que sucedía, Federico resolvió conseguir conversar con los campesinos.
Don Luciano dijo: “Esta es la misión que nos tocó para ganar un lugar en el reino de Dios. Así ha sido siempre, así me lo enseñaron desde pequeño y así lo predicaba el cura los domingos. Yo sé que nuestro trabajo es muy importante; sin embargo, no podemos hacer nada para cambiar la situación, pues eso fue lo que Dios nos heredó”.
Doña Carmelita dijo algo similar: “Uno no es nadie para contradecir las leyes divinas; si somos campesinos y pobres fue porque así lo dispuso Dios para nuestro bien. Tenemos que respetar su mandato o atenernos al castigo. ¿Para que nos sirve gozar una vida en la tierra, cuando lo importante es lograr una estancia eterna y segura en el paraíso?”
Ante esto, Federico dijo:
“Yo no creo que la gracia divina haya repartido el mundo de forma desigual. Ese asunto de que unos tengan y otros no, es una cuestión de hombres y mujeres. Todos somos libres de escoger el mundo donde queremos vivir. Dios creo libre al ser humano para que pudiera disfrutar de todas las maravillas del mundo. Mediante el esfuerzo y el uso de la razón podemos superar muchas limitaciones, porque Dios nos dotó de grandes capacidades”.
Ante estas palabras, los campesinos del lugar pensaron que Federico estaba mal de la cabeza y que la ciudad le había hecho daño, pues se atrevía a dudar de los designios divinos.
EMPECEMOS A TRABAJAR…
2. Una vez realizada la lectura, estamos preparados para la siguiente actividad. Responde las siguientes preguntas, teniendo en cuenta las asignaturas que se
te proponen.
DESDE CIENCIAS SOCIALES
a. ¿Qué problemáticas se platean en la situación anterior?
b. ¿Qué diferencias encuentras entre la forma de pensar de Federico y la de los campesinos?
c. ¿Quiénes han influido sobre la forma de pensar de los campesinos y sobre la forma de pensar de Federico?
c. ¿Quiénes han influido sobre la forma de pensar de los campesinos y sobre la forma de pensar de Federico?
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hwjejndnfnfngngjgjj3jrjrjrkkrkrkrkrjrjt
kavaron:
ehhhh canson
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