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Domingo Ynduráin comenzó publicando sus primeros trabajos filológicos en 1964, con anterioridad a la edición de su tesis doctoral: Análisis formal de la poesía de Espronceda (1971), dentro de la mejor tradición de la escuela de filología española en la que se había iniciado bajo el magisterio de Rafael Lapesa, acrecentado después por el de Fernando Lázaro Carreter. Alternó a lo largo de su trayectoria como investigador el interés por las obras de escritores convertidos en clásicos contemporáneos -Pío Baroja, Antonio Machado y Valle-Inclán entre sus predilectos- con su creciente dedicación al estudio de los clásicos del Siglo de Oro, como san Juan de la Cruz, el teatro calderoniano, la picaresca de Quevedo y la narrativa cervantina, sobre cuya significación teorizó en su discurso de entrada a la Real Academia Española: El descubrimiento de la literatura en el Renacimiento español (1997); sin olvidarse de otros escritores y géneros literarios básicos en la época, desde la Celestina de Rojas o desde Juan del Encina a la tragedia El castigo sin venganza de Lope de Vega, desde la caracterización de la llamada “novela sentimental” y las “artes de amores” a los diálogos renacentistas y las cartas en prosa. Por su trascendencia, sin embargo, destaca la visión general que supo construir para explicar el significado central de la cultura renacentista en relación a la cultura clásica grecolatina y al Humanismo italiano, pero también al desarrollo de la Patrística y de la Escolástica, publicada en su obra maestra Humanismo y Renacimiento en España (1994). Por la irrenunciable originalidad de su pensamiento, así como por su incomparable capacidad para abstraer aquellos rasgos verdaderamente significativos de los textos literarios sobre los que se sustentan sus trabajos, constituye el legado de su bibliografía una de las aportaciones más relevantes desarrolladas en el hispanismo actual.