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Respuestas
Respuesta:de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta nosotros
por la Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas
como dos fuentes, sino como dos aspectos de la Revelación de Dios. El Concilio Vaticano II
lo describe muy bien: «La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma
fuente, se unen en un mismo caudal y corren hacia el mismo fin». La Tradición y la
Escritura están unidas y ligadas, de modo que ninguna puede subsistir sin la otra. Además,
la Sagrada Escritura presenta la Tradición como base de la fe del creyente: «Todo lo que
han aprendido, recibido y oído de mí, todo lo que me han visto hacer, háganlo» (Fil.4,9).
«Lo que aprendiste de mí, confirmado por muchos testigos, confíalo a hombres que
merezcan confianza, capaces de instruir después a otros» (2.Tim. 2,2). «Hermanos,
manténganse firmes guardando fielmente las tradiciones que les enseñamos de palabra y
por carta» (2 Tes. 2,15).
Está claro que el Apóstol Pablo, para confirmar la fe de los cristianos, no usa solamente la
Palabra de Dios escrita, sino que recuerda también de una manera muy especial la
Tradición o la predicación oral.
Para el Apóstol las formas de transmisión del Evangelio: Sagrada Escritura y Tradición,
tienen la misma importancia. En realidad, una vez que se escribió el NT no se consideró
acabada la Tradición Apostólica, como si estuviera completa la Revelación Divina. La Biblia
no dice eso; en ninguna parte está escrito que el cristiano debe someterse ¡sólo a la Biblia!
Esta es una idea que surgió entre los protestantes recién en los años 1550. En la Iglesia
Católica hubo siempre una conciencia clara sobre la importancia de la Tradición Apostólica,
sin quitar a la Biblia el valor que tiene.