• Asignatura: Informática
  • Autor: tizianolopez120
  • hace 3 años

"El Gesto De La Muerte" ¿Cuál puede ser la fuente de inspiración del cuento?​

Respuestas

Respuesta dada por: Gabo123098
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Respuesta:

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:  

  ―¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.

  El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

  ―Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

  ―No fue un gesto de amenaza ―le responde― sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.

  Esta vieja historia se popularizó a partir de una versión que Jean Cocteau introdujo en una de sus novelas, pero su origen se remonta a la literatura judeo-talmúdica del siglo VI y a la tradición musulmana sufí de los siglos IX al XIII. Cómo no, aparece en versiones muy parecidas en Las mil y una noches, donde lo leí por primera vez, en un diálogo entre un árabe y la muerte o entre el Ángel de la Muerte y el rey Salomón. La de Cocteau se dio a conocer en español sobre todo después de ser incluida en la famosa Antología de la literatura fantástica realizada por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. Otros autores que desarrollan una historia muy similar a la de Cocteau son Bernardo Atxaga en Obabakoak y Juan Benet en Trece fábulas y media. Además, la historia no sólo ha servido de inspiración para relatos breves sino que también ha inspirado numerosos poemas, tanto patrios como extranjeros ―es precisamente uno de ellos el que ha hecho que hable de este relato―.

  Uno de los aspectos que más llaman la atención en esta historia es su modernidad. Cuando se habla de microrrelato se tiende a pensar en un género de la literatura moderna, un tipo texto muy de nuestro día, un momento histórico en el que las prisas y la falta de tiempo nos empujan inexorablemente a una literatura rápida de leer y de digerir. Pero en contra de lo que parezco haber dicho, el microrrelato no es literatura para lectores vagos o con prisas; para dominar este género hay que conocer muy bien el funcionamiento de los elementos narrativos, puesto que exige un esfuerzo de síntesis y un toque de originalidad que está fuera de otros géneros más extensos, como la novela. La dificultad de un microrrelato será proporcional a su extensión: cuanto más breve sea y más sorpresa cause tanto mejor será. Por ese motivo, lo sorprendente de la vieja historia en la que se basa Jean Cocteau es el moderno manejo del género narrativo ―el uso de los diálogos o la inexistencia de descripciones―, una maestría anónima que le ha hecho perdurar a lo largo de los siglos, convirtiéndose e inspirando multitud de textos y referencias textuales.

  La historia que se cuenta en este relato es tan vieja como el hombre ―se remonta al Gilgamesh―: es la batalla absurda entre la vida y la muerte, absurda digo por la inexorable victoria de la segunda. Pero el tratamiento que se hace de este viejo y universal tema es sorprendente. El jardinero viaja a Ispahán porque ve que la muerte le hace un gesto y quiere huir de ella, la Muerte, en cambio, le hace el gesto porque esperaba encontrarse con él en Ispahán y se sorprende de verlo tan lejos. El encuentro entre el jardinero persa y la muerte parece contingente tal y como se presenta, pero finalmente se revela fundamental porque es el desencadenante de toda la historia. De no haberse encontrado el jardinero no habría viajado a Ispahán y no habría muerto, pero esto habría producido una paradoja, que la Muerte hubiera esperado en vano.

  La Muerte de la historia, a pesar de la mayúscula, está profundamente personificada. No es una entidad todopoderosa que conoce el destino de cada ser humano, y es precisamente eso lo que horroriza en el relato. ¿Acaso sabía la muerte que tenía que poner el gesto para que el jardinero viajara a Ispahán? No es lo que se deduce de sus palabras. La Muerte sigue una coherencia interna, superior a ella misma, que le impide tomar al jardinero en otro sitio distinto a Ispahán. Su naturaleza limitada y prácticamente humana se deja ver en la manera en que el príncipe increpa a la muerte, pidiéndole explicaciones sobre el motivo de que asustara al jardinero.

  En la muerte del jardinero no hay espacio para el azar, es el producto de una milimétrica operación de causa y efecto. Lo curioso en este caso, lo que hace que la historia sea tremendamente original, es la causa y el efecto son una misma cosa: la Muerte. Esta circularidad, esta equivalencia, hace que la sucesión lógica de causa y efecto se disipe, y eso es precisamente lo que causa en el lector un “efecto” tan desconcertante.

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