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Respuesta:
Había una vez un pueblito, ni muy grande ni muy pequeño, todas las
personas que vivían ahí se querían mucho, eran amables y compartían todo lo que
tenían, cuando alguien se enfermaba lo apoyaban lavándole su ropa, sus trastos
y le llevaban alimentos hasta que sanaba.
Si una persona fallecía colaboraban con el funeral y los que eran carpinteros le
hacían su ataúd; los albañiles realizaban el sepulcro, de esta manera colaboraban
con el más necesitado dándole comprensión, amor, generosidad y solidaridad.
Para cultivar la tierra juntos araban el terreno y sembraban yuca, plátano, camote,
frijol, calabaza, chiles, limón, papaya y cuando había que cuidar las siembras
también participaban los niños y las niñas.
La vida se valoraba y se enseñaban cosas buenas a todos los habitantes; todos
los domingos se reunían en una plaza, algunos niños cantaban, otros danzaban y
otros pintaban; los adultos platicaban, realizaban competencias de atletismo y en
el gran lago hacían competencias de natación. Era muy divertido y al final se les
premiaba con una linda mariposa y esa mariposa era símbolo de amor y
hermandad.
Pasó mucho tiempo, cuando en una de esas reuniones alguien comentó que no
tenían alguna persona que los representara ante otros pueblos.
Luis dijo- es mejor no tener representantes. Doña Panchita dijo- vamos a elegir
uno. Pedrito exclamó: ¡ los que tengan una mariposa que participen !
Sí, estamos de acuerdo.
Desde aquel tiempo todo cambió en ese lugar, ahora los que tienen 18 años en
adelante eligen a sus representantes para que cumplan en la protección del
pueblo, ellos siguen conviviendo y llevando una vida armoniosa para ser mejores
personas.A cualquier familia le gustaría quedarse a vivir allí dijo mi primo Manuel, cuando la
maestra Rosita terminó de leer el cuento mis compañeros gritaron ¡Sí, es una vida
diferente!