resumen de sanare parte del cuerpo​

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Respuesta dada por: lizariadnaovi
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En Sanare, en 1938, se sentía el nacimiento de un nuevo tiempo de libertades civiles. Como en todos los pueblos de provincia, la expresión urbana se componía de una iglesia, una plaza, un campanario, una alcaldía, una escuelita, unas calles empedradas y una comunidad de seres para quienes el tiempo parecía haberse detenido, en la plácida quietud de la cordillera y en su paisaje libre como el viento" .

El taxi que me conduce de Barquisimeto a Sanare repentinamente se detuvo ante un puente semi hundido, apuntalado con troncos. Vi en el fondo la ancha quebrada cuyo curso corría paralelo a la carretera de tierra. Comenzaban a verdecer las orillas del camino y el aire era más fresco. Iba yo hacia una aventura desconocida, en busca de paz. Eran las horas del mediodía. No vimos en el camino ningún vehículo que pudiese ayudarnos. El chofer y yo contemplamos el desvencijado puente con resignación. Tampoco podíamos retroceder. Estábamos a 20 Km de Sanare. No era tanto como para no subir a pie a pedir ayuda. Así fue, y salí caminando con la maleta en la espalda, camino de Sanare, situado a 1.300 Mts de altitud. Yo era el nuevo médico designado por el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Un médico recién graduado en la Universidad de Valladolid y que venía de sufrir los avatares de la Guerra Civil española. Era el año de 1938.

A medida que subía el camino se iba haciendo más amable, con vistas espectaculares y se percibía un cierto aroma más fresco y húmedo. Pronto aparecieron los primeros ranchos de bahareque, techo de palma y piso de tierra. Estaba yo pasando de la zona xerófila, seca y arcillosa a la zona montañosa, húmeda y de bosques nublados .

Para descansar un poco me acerqué a un rancho a la orilla del camino. Pregunté si había hombres en la casa o alrededores para ayudar al taxista. Todos estaban lejos, por el campo. Una mujer joven, entre 30 y 40 años, con cuatro niños me recibió. Me identifiqué ante la mujer y pronto me ofreció un dulce de higos y café.

El jefe civil tomó nota y actuó. Varios voluntarios se pusieron al día siguiente, en la tarea de rellenar la laguna.

A los dos meses ya tenía yo una idea bastante clara de los problemas sanitarios de la comunidad sanareña, y la convicción de que el problema de fondo era fundamentalmente el bajo nivel de vida.

Comencé a buscar referencias sobre estudios sociales comunitarios y obtuve excelente información de la Liga de las Naciones . Tuve también el asesoramiento del Dr. Santiago Ruesta, médico también exiliado que residía en Caracas. Pensé que sería necesario realizar una encuesta de condiciones de vida, a pesar de que mi experiencia en este campo era nula. Dediqué más tiempo al trabajo nocturno en el hotel, a fin de ir preparando los formularios del estudio. Como no había luz eléctrica, una lámpara de querosen alumbraba mi mesa.

En el hotel todo era sencillo, con la modestia de una casa de campo. La comida era siempre muy criolla y sabrosa: platillos con caraotas, frijoles, plátanos, yuca, papas, aguacate, queso, carne de res o de cochino, etc formaban un semicírculo frente a mi plato donde yo mezclaba a mi gusto la combinación deseada. El Hotel Bolívar me tenía sólo a mí como huésped fijo, pero con frecuencia pasaban viajeros con los que me encontraba en las horas de las comidas.

Tuve la suerte de obtener información sobre la materia de tres fuentes

En primer lugar, las publicaciones de la Liga de las Naciones, de Ginebra, que me proporcionaba el Padre Jesuita Víctor Iriarte, de Caracas, publicaciones que contenían mucha información sobre la situación alimentaria en el mundo; la Revista de los Hospitales de Caracas, donde se publicaron los primeros casos de desnutrición grave en el país; y las revistas del Instituto Nacional de Nutrición de Buenos Aires. Todo ello me permitió enriquecer mis conocimientos, cuya base se sustentaba fundamentalmente en los estudios de nutrición y endocrinología que había hecho yo en Valladolid con Bañuelos y en Madrid con Marañón.

El clima de Sanare era excepcionalmente bueno, con tendencia al frío, en algunos meses del año. Por eso eran tan agradables las conversaciones que se mantenían en la Plaza Bolívar entre la gente joven del lugar. Era sorprendente la cultura histórica de Venezuela que poseían personas con tan escasa formación formal. Siempre recordé aquellos atardeceres sanareños contemplando el crepúsculo acompañado de los fogonazos producidos por el fenómeno del Catatumbo.

La juventud sanareña tenía una gran sensibilidad social, y en aquella época, recién desaparecido el General Gómez, que gobernó el país dictatorialmente por casi treinta años, todavía no se habían creado los partidos políticos, pero había una evidente pasión por lograr mejores condiciones de vida.

Explicación:

es lo mejor que pude hacer

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